martes, 29 de enero de 2008

El ángel de la guarda

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Una de las órdenes religiosas que más respeto merecen, por su historia, tradición, valentía, cultura y vanguardia, es la jesuita, calificativo con el que se les conoce ahora, pero que fuera peyorativa en sus inicios, allá en la primera mitad del siglo XVI. Dentro de la Societas Jesu (Compañía de Jesús), fundada por el vasco Ignacio de Loyola y otros nueve compañeros, no es difícil encontrar inteligentísimos sacerdotes, siempre críticos pero fieles a su doxa. En esta distinguida orden, tengo la fortuna de contar con un par de cultérrimos amigos, ancianos venerables respetuosos de mi laicismo y a veces, no pocas, de mi cinismo wildeano bien encubierto por la duda metódica cartesiana. Y justo ahora, que regreso de visitar a uno de ellos, luego de compartir unas sabrosas trufas belgas y casi secar una botella de cognac Courvoisier -el padre Jean-Louis acaba de volver de su natal Reims-, no puedo dejar de pensar en la conversación que nos ancló casi dos horas en un solo tema: Los ángeles. Todo empezó con un comentario que hiciera a la pintura del arcángel Gabriel que adorna su estudio, bueno, yo me referí a él como ángel, no como arcángel, y fui convenientemente corregido. Entonces, empezó una exposición sesuda e ilustrada sobre la clasificación de los ángeles. Me dijo, que la más influyente fue creada por un autor anónimo, cuyas obras fueron erróneamente atribuidas a Dionisio Areopagita -por ello, es llamado ahora Pseudo-Dionisio Areopagita-. De lo que sí se tienen algunas evidencias, es que el teólogo anónimo vivió en el Areópago, en Grecia, entre los siglos IV y V d.C. y expuso su doctrina angelológica en su obra La Jerarquía Celeste, según el cual los ángeles se dividen en tres grupos: el primero compuesto de serafines, querubines y tronos, el segundo compuesto de dominaciones, virtudes y potestades, y el tercero compuesto de principados, arcángeles y ángeles. Quizá, el libro más leído y famoso donde esta esta clasificación, sea la Divina Comedia, del divino Dante Alighieri. Aclarado el tema, empezamos a discutir acerca de los ángeles de la guarda. La figura del ángel es bastante antigua. La palabra ángel proviene del latín angelus, derivado a su vez del griego άγγελος, que significa «mensajero». En la Biblia, más precisamente, en el Antiguo Testamento, se emplea ángel para traducir la palabra hebrea מלאך, mal'akh, que también significa mensajero. Así, los ángeles son los mensajeros de Dios, para hacer conocer sus designios a los hombres. Más modernamente, su función se ha ido enriqueciendo, pues ahora son entendidos -por la mayoría de los mortales creyentes- como criaturas ya no celestiales de protección y pureza, que han sido destinadas a su alma gemela, o sea, nosotros. De esta forma, puede ser ésta una persona común y silvestre que le brinda amor, confianza, alegría y seguridad a nuestras vidas.

No sé lo que piensen ustedes, lectores, pero yo me quedo con la última de las versiones, con la del ángel ad hoc. De hecho, les confieso que tengo mi propio ángel de la guarda. Por supuesto, no es aquél anónimo a quien me hacían rezarle, religiosamente, todas las noches, echado en mi cama, antes de dormir:

Ángel de mi guarda

dulce compañía

no me desampares

ni de noche ni de día

hasta que me pongas

en los brazos de Jesús, José y María.

Rezarle era una letanía absurda, un soliloquio sin respuesta. De acuerdo, más de una vez me ayudó, cuando ya podía ir solo al baño, a dirigirme hacia el inodoro cuando todo estaba a oscuras. Pero era una infantil mentira que me había inventado y creído para llenarme de valor y no sucumbir devorado por monstruos de la noche, que se escondían, tramposos, detrás de la pesada puerta del baño. Luego, en mi juventud, tuve un interés estético por ellos, en virtud a los cuadros de los arcángeles mestizos, de las Escuelas Cuzqueña y Quiteña, que abundan en las iglesias de Lima, Cajamarca, Ayacucho, Cuzco, Huancavelica, Quito, etc. Mis lecturas de los ángeles caídos también eran muy estimulantes, sobretodo los vampiros de Anne Rice, pero una vez más, era un interés literario. Hasta que un viernes de abril, casi a media noche, en la ciudad de San José, California, en un espacioso departamento de un acogedor condominio, se me presentó. Me había esperado 27 años para conocerme, y desde entonces, no ha dejado de darle alegría y seguridad a mi vida. Estaba parada ahí, de carne y hueso, con una sonrisa mágica, una mirada encantadora y un cuerpo mediano, dónde no se explica, como le hace para que le quepa el alma y esconder las alas: Julia J. León M. tiene por nombre mi ángel de la guarda. No tenía por qué acogerme, y me acogió. No tenía por qué amarme, y me amó. No tenía por qué protegerme, y me protegió. No tenía ninguna obligación para conmigo, pero me adoptó como a un hijo pródigo, que acaba de volver de una tierra distante. Desde entonces, no ha dejado de alentarme y levantarme. Dice mi familia que es mi tía, prima hermana de mi madre. Esa fría explicación no me basta. Es más, las cosas hermosas no tienen explicación, sencillamente son así. Y a propósito de ángeles, el gran Angelus Silesius, en su Cherubinischer Wandersmann oder Geist – Reiche Sinn – und Schluß – Reime zur Göttlichen beschauligkeit anleitende, nos canta al respecto de esto último:

"Die Ros´ ist ohn warumb,

sie blühet weil sie blühet,

Sie achtt nicht jhrer selbst,

fragt nicht ob man sie sihet" (La rosa es sin por qué; florece porque florece, no se cuida de sí misma, no pregunta si se la ve).

Es más que probable que Julita nunca lea esta entrada. Pero tenía que escribirla en honor a ella, sobretodo ahora que estoy bien, que no llamo a su espíritu porque me siento perdido en el bosque umbrío de mis circunstancias. En los momentos malos, siempre recurrimos a los demás. Y te encomiendo, querido lector, a que abras bien los ojos y el corazón, y encuentres finalmente a tu ángel de la guarda. No está en el cielo, contando estrellas, sino, a tu lado, más cerca de lo que te imaginas.

lunes, 28 de enero de 2008

La sana envidia

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La vida humana está conformada por una serie de ritos, costumbres, manías, hábitos, solencias, usos. Necesitamos de ellas para confirmarnos como únicos, y sentirnos, que también por ellas, somos distintos de los demás. Y ese fue el concepto manejado por los griegos de igualdad: de dar un igual trato a los distintos. Porque felizmente, no hubo, ni hay ni habrá, un ser humano exactamente igual al otro. Ni mucho menos, químicamente puro.

Uno de mis hábitos regulares, es tomar café con leche y leer la prensa por la mañana -básicamente usando el Internet-, y más que las noticias principales de la primera plana, me intereso por las columnas de algunos pocos analistas, no solamente de mi país. Quien acapara mi atención de manera particular, es David Gallagher, estupendo columnista chileno, que publica regularmente en El Mercurio (visitar http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/david-gallagher/ ). No seamos ingenuos, yo sé, y muchos saben,  que cada cierto tiempo, por temas coyunturales y de nubes de humo, se aviva el sentimiento antichileno, rezago del trauma de la derrota y posterior ocupación, como consecuencia de la Guerra del Pacífico de 1879, inventando un inminente peligro de invasión territorial, o un neocolonialismo económico, o un desmesurado armamentismo desequilibrante por parte del país del sur. Créanme, a nadie le convendría menos, que a Chile, un conflicto armado, o una probada actitud belicista y conquistadora, contra sus vecinos. Chile está hace veinte años en la vitrina del mundo, como el único país de la región que está venciendo realmente a la pobreza, y que aspira a ser parte del primer mundo. Es el único país de Sudamérica con grado de inversión, el primero que firmó un Fair Trade con los Estados Unidos y demás potencias económicas. Chile es un país hermano, hay que decirlo, que más que enemigos, necesita aliados estratégicos para alcanzar más prontamente sus objetivos macroeconómicos. Y al Perú, al norte, es adonde miran con mayor frecuencia. Si tienen amigos chilenos, o han viajado para allá, lo pueden notar más fácilmente. Para los que no, basta revisar las cifras, de las últimas inversiones, generadoras de empleo, riqueza y pago de tributos. Claro, eso no es tan noticioso, ni direcciona la opinión pública a otros temas domésticos.

Volviendo a Gallagher, hay muy pocos columnistas que ostenten esa calidad y claridad al escribir. Son rarísimos. Para variar, Mario Vargas Llosa, es uno de ellos también. Y ha sido él, quien en 2004, dedicará su columna Piedra de Toque, con el título Profesor de Idealismos, para rendirle justo homenaje. Vuelvo a ella -a la columna-, y se las transcribo, para que la disfruten, y en un futuro cercano, frecuenten el blog de Gallagher. Yo lo hago siempre, con la más profunda de las envidias. Claro, sana envidia.

 PROFESOR DE IDEALISMOS

Mario Vargas Llosa

John King es uno de esos raros profesores de literatura al que la enseñanza no ha hecho perder el entusiasmo por los buenos libros que debió ser el origen de su vocación. Lo conozco hace más de veinte años y, vez que lo veo, me maravilla oírlo hablar de poesía, novela, teatro o cine latinoamericano de manera tan poco académica, con la frescura y la libertad de quien lee y estudia más por placer que por cumplir una obligación. Y muy rara vez asoma en lo que dice esa jerga deconstructivista detrás de la cual muchos profesores disimulan su vacío intelectual.
La última vez que estuvimos juntos, viendo un delicioso montaje de una comedia de Sor Juana Inés de la Cruz por la Royal Shakespeare Company en Stratsford-upon-Avon, me acordé de preguntarle algo que hace años me intrigaba: “¿Cómo descubriste la literatura latinoamericana? ¿Qué te impulsó a dedicarte a ella?”.
— Las clases de un profesor excepcional, cuando era estudiante en Oxford —me contestó, sin vacilar—, David Gallagher. ¿No lo conociste? Fue protagonista de una historia que dio mucho que hablar, allá por los años setenta.
Lo conocí muy bien y yo fui uno de los muchos profesores y estudiantes de español en la Gran Bretaña de aquella época que quedó boquiabierto cuando la historia ocurrió.
David Gallagher, chileno de origen inglés, era entonces poco menos que una celebridad precoz en ese ambiente. Había estudiado ruso y español, en Oxford, y, pese a su juventud, ejercía la crítica de literatura en lenguas rusa y española en el prestigioso Times Literary Supplement, del que, si la memoria no me engaña, llegó a ser jefe de la sección de literatura extranjera.
Asimismo, apenas diplomado, comenzó a enseñar en Oxford, donde, a juzgar por la experiencia de John King, debió de ser un profesor muy exitoso como promotor de la literatura latinoamericana, disciplina que apenas comenzaba a asomar en los programas universitarios. En 1973 publicó, en inglés, un libro de ensayos, Modern Latin American Literature, por desgracia nunca traducido al español, que es uno de los más lúcidos y penetrantes análisis de la contribución de los poetas y prosistas latinoamericanos a la renovación de la literatura contemporánea.
A través de una serie de autores, que van de César Vallejo a Octavio Paz, de Borges a García Márquez, de Neruda a Cabrera Infante, Gallagher señalaba los hitos principales de la modernidad literaria en Hispanoamérica, con la superación del viejo regionalismo y la estética confinada en la explotación de lo pintoresco y lo folclórico, y el empeño en crear nuevas formas artísticas mediante la asimilación de la mejor literatura extranjera de vanguardia y la invención propia de lenguajes y técnicas capaces de expresar con originalidad un mundo en pleno proceso de transformación. Teinta y un año después de publicado, este ensayo de David Gallagher no ha sido aún superado como derrotero iluminador de la revolución literaria que vivió América Latina en el siglo veinte.
¿Qué pudo llevar a quien iniciaba una carrera académica e intelectual con tan excelentes auspicios como David Gallagher a abandonarla de la noche a la mañana para saltar de los sosegados claustros de Oxford a las trepidantes oficinas de la City y hacerse banquero? Es algo que él no ha explicado ni probablemente explicará nunca, fiel al doble mandato de discreción de sus ancestros, pues los chilenos, en lo que se refiere a hacer confidencias y a volcar la intimidad, suelen ser tan parcos como los ingleses. Y en David Gallagher esa sobriedad ha cristalizado en algo que, por períodos, se confunde pura y simplemente con la mudez: es la única persona que conozco capaz de divertirse en grande toda una noche sin decir ni mus. Todavía me encuentro a veces con amigos de aquellos años ingleses que me preguntan, rascándose el cráneo: “¿Averiguaste por fin el secreto de David?”. No, y ahora sé que nunca lo averiguaré.
¿Un territorio cercado?
La sorpresa se acrecentó todavía más, en los años siguientes, cuando supimos que el tránsfuga de Oxford, en vez de ser triturado y romperse las narices en la City, que es lo que le hubiera ocurrido a cualquier literato normal que reemplazara el benigno cultivo de las ideas y las letras para aventurarse por el campo minado de las finanzas, no sólo había sobrevivido, sino, en un período bastante corto, alcanzado en su nueva profesión tantos éxitos como en la anterior.
Representando, primero, a bancos de inversión y compañías financieras internacionales en América Latina, y, luego, trabajando de manera independiente como consultor, David Gallagher alcanzó una situación personal expectante y una reputación que, entre otras responsabilidades, lo ha llevado, en los últimos tiempos, a ser uno de los directores del Banco de Estado de Chile.
Y, felizmente, lo que a muchos nos pareció al principio una lamentable apostasía, no lo fue.
Más bien, el enriquecimiento de una vocación de cultura de alguien que nunca aceptó que la poesía y la prosa literaria pudieran ser una especialidad, un territorio cercado por alambradas, sino un punto de partida para entender mejor el mundo, la vida, y poder acercarse, sensibilizado y con la imaginación azuzada por la buena literatura, a todas las otras manifestaciones de la creatividad humana, las artes plásticas, la música, la economía, la filosofía, la política.
Es una de las cosas más admirables de David Gallagher: haber conseguido, en este tiempo marcado a fuego por la maldición de la especialidad, ser un humanista moderno, alguien curioso e informado sobre todo lo que ocurre en el ámbito de la cultura, sin naufragar en el mero diletantismo, manteniendo siempre una perspectiva rigurosa sobre lo que lee, oye y ve y asociándolo a una visión de conjunto en la que las ideas, las artes y las letras no sólo son un placer del espíritu, también un arma para mejorar lo que anda mal y defenderse contra el infortunio.

El joven profesor que incitaba hace treinta años a los estudiantes de Oxford a aventurarse en las fantasías de la literatura latinoamericana es, culturalmente hablando, un ciudadano del mundo, que lee en muchas lenguas, recorre los países visitando exposiciones, asiste a conciertos, es un fanático de la ópera, y, a la vez, se las arregla, en las conferencias y congresos donde no puede dejar de abrir la boca, para defender con aplastante lógica y ejemplos abrumadores la política económica que ha hecho, hoy, de Chile el único país latinoamericano que parece definitivamente encaminado para dejar atrás la ignominia del subdesarrollo.
Aunque habla poco, David Gallagher escribe bastante y ahora, por fin, muchos lectores de lengua española podrán leerlo. Porque, luego de mucho pensarlo, se ha decidido a reunir en un volumen una colección de los textos que, desde hace once años, publica regularmente en El Mercurio de Santiago. Se trata de textos breves, marcados todos ellos por el fanatismo de la claridad. Es algo que Gallagher debió de aprender de los buenos críticos literarios de lengua inglesa, como Edmond Wilson y Cyril Connolly: no hacer trampas, expresar con la mayor transparencia y limpieza lo que se quiere decir, porque no hay idea, por elaborada y compleja que sea, que no pueda ser vertida de una manera racional e inteligible.Y, además, sujetarse siempre al principio de que no tiene sentido escribir para no decir nada, o decir banalidades, que equivale a lo mismo. En estas columnas de David Gallagher la brevedad no está reñida con la originalidad y la profusión de ideas; por el contrario, casi siempre consigue expresar, con precisión e ingenio, un punto de vista novedoso y a menudo polémico.
Los textos versan sobre todos los temas imaginables, de acuerdo a esa personalidad curiosa, múltiple y cosmopolita de su autor. Notas de viaje, reseñas de un espectáculo o de una lectura, comentarios a un hecho político, social, económico o cultural de actualidad, una viñeta histórica, un recuerdo de infancia, la evocación de un personaje excepcional o de un oscuro bípedo, un escorzo sobre un debate religioso, o económico, o una campaña electoral, estos textos trazan una geografía que se extiende por todos los continentes y aborda todos los asuntos, y, sin embargo, no da la impresión de vértigo, de una enloquecida dispersión.
Por el contrario, pese a su nomadismo incensante y a ese trajinar por todos los temas, hay en estos textos una secreta afinidad, un denominador común que permite leerlos como si constituyeran un libro orgánico, como si todos fueran capítulos de una obra cuidadosamente concebida como un todo compacto.
Lo que les da unidad y coherencia es aquello que Francisco García Calderón elogiaba en un viejo libro de ensayos titulado Profesores de idealismo: que de todos ellos mana una estimulante y contagiosa convicción de que la cultura es algo vivo y al alcance de quien quiera hacer el mínimo esfuerzo para acercarse a ella, y que vale la pena hacerlo porque la cultura, en todas sus vertientes y expresiones, los libros, los cuadros, la música, las ideas, enriquece extraordinariamente la vida de las gentes y les permiten gozar mejor, o, en todo caso, sufrir menos, y armarse espiritualmente para resistir las peores pruebas. Ser optimista, en nuestra época, suele ser sinónimo de imbécil.
Batallas por venir
Pero David Gallagher muestra en sus textos que uno puede ser muy inteligente y muy lúcido al enfrentarse a todos los horrores y amenazas que nos rodean y, sin embargo, no dejarse abatir por ese elegante pesimismo tan de moda que lleva hoy a tantos intelectuales a convertirse en los profetas del apocalipsis. El mundo está muy mal, cierto, pero en muchos sentidos también está mejor de lo que estuvo nunca antes y esta idea es un punto de apoyo sobre el que se puede reconstruir las ilusiones, las esperanzas, el sueño de la gran revolución de la sociedad y del individuo que estremecía toda Europa cuando David Gallagher y unos cuantos millares de personas como él creíamos, en los años sesenta, que la literatura sería una de las grandes herramientas para la creación de un mundo más libre y más humano.
La mayor parte de los sobrevivientes de esos años hermosos han visto desmoronarse aquellos sueños como castillos de arena y ahora, si no refugiados en el resentimiento y el nihilismo, ocultan su desánimo en un refinado escepticismo, en la neurosis, o en el alcohol.
Pero David Gallagher sigue creyendo que la vida vale la pena de ser vivida y que todavía hay muchas batallas que deben librarse porque pueden ser ganadas, aunque ellas no tengan esas características épicas, románticas, con que las concebían los jóvenes idealistas de hace cuatro décadas. Hoy, el combate por un mundo más justo, menos pobre, más libre, menos estúpido, más culto, pasa por muy diversos frentes, uno de los cuales, el de las instituciones y la política, es neurálgico, pero de ninguna manera el único, pues el progreso, para ser verdadero, debe ser simultáneo y múltiple, crear trabajo, elevar los niveles de vida y también las oportunidades para que cada cual pueda elegir su destino de acuerdo a su soberana voluntad.
Y todo esto es imposible de alcanzar sin ideas, sin ciudadanos sensibles, imaginativos y críticos, es decir, sin una cultura vigorosa y en perpetua renovación, que inquiete, perturbe y mantenga aquellos niveles de inconformidad y de exigencia sin los cuales cunde el conformismo, que es la muerte lenta de la democracia.
No sé como hace este “profesor de idealismo” que es David Gallagher para hacer toda las cosas que hace en la vida. Tal vez el tiempo que los demás empleamos hablando, él lo dedica a hacer cosas: va y viene por el ancho mundo como por su casa, lo lee todo, sigue la aparición de los nuevos poetas rusos y asiste, sin moverse un milímetro en su duro asiento de madera, a las óperas de Wagner en Bayreuth.
No sé como lo hace, pero, leyendo sus crónicas, la impresión es que vive en aquel vórtice de actividades sin precipitación ni histeria, con toda la flema necesaria y la perspectiva suficiente para escribir sobre ello con mesura y solvencia. ¡Qué envidia!

© Mario Vargas Llosa, 2004. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SL, 2004. © Mario Vargas Llosa 2.002. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, S.L.

¡Yo no subo a micros, cholo!

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Era de mañana, y estaba en la estación del bus, conversando con un gran amigo mío, Kenneth, de notoria ascendencia austriaca. Hablábamos, muy entretenidamente, de la superioridad del grano de café arábica sobre el robusta y el liberiano, cuando un joven cobrador de micro, nos interrumpió varias veces, recordándonos porque sí, que iba por toda la avenida Javier Prado. Cansado de su falta de tino, mi amigo lo miró con desprecio, y le gritó: ¡Yo no subo a micros, cholo! Turulato, y avergonzado, el muchacho calló, y se metió dentro del autobús, indicando al conductor que avanzara.

Recuerdo este muy particular pasaje, a raíz de la reciente publicación del libro, Nos habíamos choleado tanto, del reconocido psicoanalista peruano Jorge Bruce, publicado por el Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, mi alma mater. Un libro bastante interesante, que pone el dedo en la llaga todavía sangrante. El tema del racismo en el Perú viene desde la época de la conquista, y no se ha ido aún, ni siquiera disimulado. Nuestra pequeña sociedad gobernante, acriollada, blanca, siempre fue pródiga en ello. Basta recordar como llamaban a algunos de sus gobernantes: el cholo Castilla (por el mariscal Ramón Castilla), el zambo Bolívar (por el libertador venezolano Simón Bolívar), y así. Alonso Cueto, lo expone de manera muy clara: "si tuviera que señalar el indicio que mejor revela el subdesarrollo del Perú, su falta de un sentido de la nación y de una integración social, creo que sería el racismo. De todos los rasgos de nuestra sociedad, el racismo es el más desintegrador, el perturbador natural de una noción de comunidad. Personalmente, además, es el que más me repugna cuando lo veo aparecer en conversaciones y en chistes. Creo que el precio que debe pagar una sociedad tan rica y diversa como la nuestra es la discriminación racial y cultural. El gobierno puede adoptar las recetas más adecuadas en la economía y tener un impecable manejo político pero la economía y la política son meros asuntos operativos. El destino de una sociedad se decide en su cultura".

Por su parte, Mario Vargas Llosa, también lo evidencia hablando del cholo, en su Diccionario del amante de América Latina: "esa minúscula minoría blanca o emblanquecida por el dinero y el ascenso social no ha ocultado jamás expresiones como «indio», «cholo», «negro», «zambo», «chino» tienen en su boca una connotación peyorativa. Aunque no escrita ni amparada por alguna legislación, siempre ha habido en esa pequeña cúpula blanca una tácita actitud discriminatoria hacia los otros peruanos, que, a veces, generaba pasajeros escándalos".

Ahora, creo que el tema va también por la auto-marginación o auto-segregación. Tanta ha sido la presión social en la historia peruana, que por citar un simple ejemplo, muchos peruanos, no participan nunca del ornato y la diversidad comercial y cultural de muchas zonas de Lima, porque los consideran sólo dignas de los blancos. Yo recuerdo que en Estados Unidos, conversaba con muchos limeños que jamás habían visitado Larco Mar, o el Jockey Plaza Shopping Center, o algún buen restaurante, por temor a ser discriminados. Bueno, sus razones tenían, en muchas discotecas se les ha prohibido el ingreso, por ser de color cobrizo, o humilde, inventado la excusa, que sólo se puede ingresar con invitación. En este punto, es interesante recorrer las letras del famoso vals peruano, Cholo soy, y no me compadezcas, compuesto por don Luis Abanto Morales, que dice:

Cholo soy y no me compadezcas,
que esas son monedas que no valen nada
y que dan los blancos como quien da plata,
nosotros los cholos no pedimos nada,
pues faltando todo, todo nos alcanza.
Déjame en la puna, vivir a mis anchas,
trepar por los cerros detrás de mis cabras,
arando la tierra, tejiendo los ponchos, pastando mis llamas,
y echar a los vientos la voz de mi quena,
dices que soy triste, ¿qué quieres que haga?
No dicen ustedes que el cholo es sin alma,
y que es como piedra, sin voz, sin palabra,
y llora por dentro, sin mostrar las lágrimas.
Acaso no fueron los blancos venidos de España,
que nos dieron muerte por oro y por plata,
no hubo un tal Pizarro que mató a Atahualpa,
tras muchas promesas, bonitas y falsas.

Entonces ¿qué quieres?, ¿qué quieres que haga?,
que me ponga alegre como día de fiesta,
mientras mis hermanos doblan las espaldas
por cuatro centavos que el patrón les paga.
Quieres que me ría,
mientras mis hermanos son bestias de carga
llevando riquezas que otros se guardan.
Quieres que la risa me ensanche la cara,
mientras mis hermanos viven en las montañas como topos,
escarba y escarba, mientras se enriquecen los que no trabajan.
Quieres que me alegre,
mientras mis hermanas van a casas de ricos,
lo mismo que esclavas.
Cholo soy y no me compadezcas.

Déjame en la puna vivir a mis anchas,
trepar por los cerros detrás de mis cabras,
arando la tierra, tejiendo los ponchos, pastando mis llamas,
y echar a los vientos la voz de mi quena,
déjame tranquilo, que aquí la montaña,
me ofrece sus piedras, acaso más blandas,
que esas condolencias que tú me regalas.
Cholo soy y no me compadezcas.

Como una luz de esperanza (hablar de sendero luminoso, es políticamente incorrecto, además de subversivo), esta nueva generación peruana en algo está cambiando, gracias a la globalización. Precisamente, conversando sobre el tema, con un buen amigo psicoterapeuta, Fabián Schiaffino, notábamos que ahora decirse "cholito" o "cholita", no tienen la carga racista de hace pocos años. Es más bien, una expresión de afecto, cariño, cercanía. En muy poco tiempo, y a una velocidad impresionante, nos estamos exorcizando de un terrible cáncer social, que lleva siglos carcomiéndonos y distanciando a unos de otros, por un tema de pigmentación. Ojalá, porque vamos por un buen camino, con una economía emergente sólida. Pero como bien apuntaba Cueto, con eso no basta, es hora de una verdadera integración cultural, ya avanzada en países como México, Brasil, Venezuela o Paraguay.

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sábado, 26 de enero de 2008

El vano oficio de escribir



El adjetivo vano -del latín vanus- tiene hasta ocho acepciones. Para el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), en su cuarta acepción, significa inútil, infructuoso o sin sentido. Entonces, fluye la pregunta: ¿escribir, es un vano oficio? Es decir, ¿es un acto inútil, infructuoso y sin sentido? La respuesta va cambiando con los tiempos. Albert Einstein ya nos había prevenido que todo es relativo. Recién en el siglo pasado, se creía con absoluta firmeza que la literatura podía, siempre que se lo propusiera, revolucionar su tiempo, remecer el status quo, poner de cabeza, lo que antes estaba de pies. Por ejemplo, uno de los mayores exponentes del Existencialismo, Jean-Paul Sartre, afirmaba que las palabras son actos, las palabras dejan secuelas, el escritor tiene una responsabilidad moral. Así mismo, hacía el siguiente cuestionamiento: "¿por qué se lee novelas? Hay algo que falta en la vida de la persona que lee, y esto es lo que busca en el libro. El sentido es evidentemente el sentido de su vida, esa vida que para todo el mundo está mal hecha, mal vivida, explotada, alienada, engañada, mistificada pero de la cual, al mismo tiempo, quienes la viven saben bien que podrá ser otra cosa". Vemos pues, que el acto de escribir, era cosa seria. Podemos citar también al premio nobel indio Vidiadhar Surajprasad Naipaul, que confesaba, de su propia experiencia, que "para que un escritor escriba bien, tiene que vivir, y nadie que viva en una oficina y tenga aseguradas tres comidas diarias puede escribir nada bueno". Para escribir sobre los hombres, había que sufrir, padecer, caer al abismo, y regresar para contarlo. No era un oficio inclusivo, sino todo lo contrario, muy exclusivo, sólo para un pequeño grupo de elegidos. Así, Henry de Montherlant nos precisa que“es preciso escribir como si uno fuera amado, como si uno fuera comprendido, y como si uno estuviera muerto”. Había que conocer el alma humana. En tal virtud, Tomás Eloy Martínez, en Santa Evita, escribe: "escribir tiene que ver con la salud, con el azar, con la felicidad y el sufrimiento, pero sobre todo tiene que ver con el deseo".
Claro, también es un acto que proporciona sumo placer a quien escribe; difícil, pero placentero. Lo confirma Hanif Kureishi: "si escribir no fuera difícil, no se disfrutaría escribiendo".
Es de esta forma, que surge de un tiempo aquí, la literatura light, de la que tanto se habla hoy en día, y a la que tanto se critica. Light viene de ligero, magro, libre de grasa, de sustancia. Yo no sería tan crítico con ella. El solo hecho de leer, ya es encomiable, en una época donde lo audiovisual no deja de sorprendernos con sus avances tecnológicos. Bien lo explica mi escritor favorito: “la literatura light, emblemática de nuestra época. Una literatura liviana, ligera, risueña, que renuncia a todo otro propósito que el de divertir. Que desdeña, como jactanciosa y estúpida, la pretensión de aquellos polígrafos que creían que escribiendo se podía cambiar el mundo, revolucionar la vida, trastrocar los valores, enseñar a sentir o vivir. No, no, nada de eso. La literatura debe aceptar lo poco que cuentan los libros ahora en las vidas de las gentes, y no fijarse designios imposibles. Aceptar que entretener, hacer pasar un rato amable, distraído, embelesado, a un bípedo mortal –como hacen las películas y los programas de televisión más populares- es una respetable y decente función, la que compete a la literatura de una época veloz y ocupadísima como la nuestra, en la que con tanto trabajo, preocupaciones serias y placeres y diversiones, apenas queda tiempo a los ciudadanos para ponerse graves y reflexionar o para leer novelas que den dolores de cabeza” (Mario Vargas Llosa, Diccionario del amante de América Latina).
Yo he disfrutado mucho -sobretodo subido en un bus, o una combi- con alguna que otra de las novelas de Jaime Bayly, Isabel Allende, Dan Brown, Paulo Coelho, Carlos Cuactémoc Sánchez, Stephen King, Anne Rice, Elizabeth Kostova, Pérez-Reverte, entre otros. Y no creo que haya sido inútil el intento de los escritores, vivos y muertos, por dejarme algo luego de leerlos. Porque el mensaje llegó.

Que me perdonen las feas, pero la belleza es fundamental



La autoría de esta frase, que hoy hace las veces de título en esta entrada, no es mía, por si acaso. Le pertenece al carioca Vinicios de Moraes. Y viene como anillo al dedo, luego de la conversación que tuviera hoy tarde, en un café miraflorino, con un viejo amigo, algunos apenas conocidos y otros totalmente desconocidos. Lima también es metrópoli de gente solitaria, que cuando es invitada a opinar, casi-casi llega al emotivo llanto. Más que todo los viejitos, a quienes poco o nada de caso se les hace. Una cosa es que estén próximos a morirse y ya no sean productivos al sistema, otra, que hayan perdido su dignidad humana. Y eso, no se pierde con la edad, señores, sino, todo lo contrario. Todos estamos condenados a llegar a esa edad. Ya los quiero ver ahí.
El clímax de la conversación llegó cuando alguno preguntó, luego de concluir con el tema de la baja de las bolsas de valores, a quién considerábamos la mujer más bella. Se hizo la salvedad, que tenía que ser alguien famoso, o que por lo menos, la mayoría conociera. No faltó quien dijera Helena de Troya, y tampoco faltó otro más avispado, que lo callara, mandándolo derechito a la mierda por cojudo. ¡Es que oye!
Se barajaron muchos nombres: Angelina Jolie, Sharon Stone, Cameron Diaz, Thalía Sodi, Jessica Alba, Patricia Manterola, Paz Vega, Maju Mantilla, Valeria Massa, y así. Yo los dejaba discutir, porque llevaba mi as bajo la manga. Cuando la cosa parecía irreconciliable, luego de descalificar a muchas de las contendientes por putas, coqueras, alcohólicas, arrastradas, fáciles, calabazitas y demás (ya saben, como con la zorra de Esopo, las uvas están siempre demasiado verdes cuando son inalcanzables), les recordé el nombre de Scarlett Johansson, que aún, nadie había dicho. Como era de esperar, los que sumaban más canas, me preguntaron interesados quién era. Les dije, que había sido actriz en La Isla, Match Point, The Perfect Score, La Joven de la Perla, La Dalia Negra, Lost in Translation y demás. Recién agarraron la onda, algunos, y me dieron la razón. La mujer estaba más buena que el ajo, dijo uno. Otro, vulgar como él solo, dijo que estaba tan rica, que hasta le comería su caca. Es verdad, se excedió con el comentario, pero la idea estaba clara: Scarlett es una diosa.
Natural de la isla más famosa del mundo: Manhattan, nació un 22 de noviembre de 1984 -sagitaria como su fan enamorado-. Es correcta su suma, recién tiene 23 años de edad, y qué bien los lleva. A esta corta edad, ya lleva un globo de oro, y un premio Bafta, por su actuación en Lost in Translation, y alguna que otra nominación por su participación en otras películas. También ha grabado canciones y videoclips, ha hecho publicidad para reconocidas marcas (Louis Vuitton y Calvin Klein), ha diseñado una línea deportiva para Reebok, entre otras actividades. Podríamos enumerar algunas cosas más, propias de su fama, mas se los dejo de tarea, porque si tienen tiempo de leerme, también tienen tiempo de navegar en la web. Como sea, insisto que ahí no radica su real belleza, sino, es su naturalidad. Todo lo que vemos en ella, es original. El color de su cabello, la carnosidad de sus labios, lo maternal de sus pechos, la limpidez celestial de sus ojos, su simetría facial, su metro sesentitrés sin plataformas, su oposición al gobierno de George W. Bush, su sensualidad -ella ha confesado a una revista, que cuando se ve al espejo, no se dice a sí misma qué bella está, sino, que caliente que luce. I couldn´t agree with you anymore, diría el gabacho.
Ya Pitágoras, en la antigua Grecia, nos hablaba de la conexión entre la belleza y la simetría. De ahí, que modernamente se sugiera que las personas cuyos rasgos faciales son simétricos y poseen la proporción preferida son más atractivas que aquellas cuyos rasgos no lo son. La simetría es importante porque evidencia que la persona creció de un modo sano, sin defectos visibles genéticos. Aunque el estilo y la manera varíen extensamente, la investigación cultural ha encontrado una gran variedad de concordancias en la percepción de la gente físicamente bella. Para muchos, unos grandes ojos y una piel clara son considerados hermosos tanto en hombres como en mujeres de todas las razas. Algunos investigadores han sugerido que rasgos neonatales son intrínsecamente atractivos y así son encontrados bellos. El promedio, la simetría, y el dimorfismo sexual pueden tener una base evolutiva para determinar la belleza. Los meta-análisis de la investigación empírica indican que todos los tres son atractivos tanto en caras masculinas como en femeninas y a través de una variedad de culturas. El atractivo facial puede ser una adaptación para la opción de pareja porque la simetría y la ausencia de defectos señalan los aspectos importantes de calidad de la pareja, como la salud física. Es también posible que estas preferencias sean simplemente los subproductos del modo que nuestras neuronas tratan la información. Todavía hay bastante por descubrir al respecto. A fortiori, el entendimiento de la naturaleza de la belleza es uno de los temas claves en la disciplina filosófica conocida como la estética. El compositor y crítico Robert Schumann distinguió dos clases de belleza; la natural y la poética. La primera es hallada en la contemplación de la naturaleza, en tanto que la otra, la poética, se encuentra con la intervención consciente y creativa del hombre en la naturaleza. Schumann indicó que en la música ambas clases de belleza aparecen, pero la belleza natural es el placer simplemente sensual. La belleza poética comienza donde la belleza natural finaliza.
Al final de la noche, ya despidiéndonos todos, tuve que aceptar un segundo honroso puesto para Scarlett, pero dejo expresa constancia aquí, que la defendí cuanto pude. La democracia es así, y el grupo-vulgo, siempre ganan. Para mí, Scarlett (nos tuteamos desde hace un tiempo, ya) es una belleza poética, haciendo caso a Shumann. Por otro lado, en una legítima actitud de protesta, no pienso contestarles el teléfono a ninguno de estos ciegos cabeza de pollito. Elegir a Jennifer López, como la más linda, fue demasiado para una noche. No niego que tenga un culo digno de óleo, pero belleza es otra cosa. Que me perdonen las feas, pero la belleza es fundamental.

jueves, 24 de enero de 2008

Andrés Calamaro "The Great"

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Quien conoce de rock and roll, y no peca de chauvinista, tiene que admitir, que la mejor música de este género, en toda Iberoamérica -incluida España, se entiende-, se hizo y se sigue haciendo en Argentina. Basta nombrar el vanguardismo de Soda Stereo, la versatilidad de León Gieco, el lirismo de Fito Páez, el paroxismo de Charly García, la calidad de Virus, la desfachatez de Los Auténticos Decadentes, el virtuosismo de Los Fabulosos Cadillacs, la fuerza de Sumo, el festejo de Los Pericos, la propuesta de Bersuit Vergarabat, el bagaje de Nito Mestre, la musicalidad de Enanitos Verdes, la magia de Los Abuelos de la Nada; finalmente, la genialidad de Andrés Calamaro. No pretendo hacer un ensayo sobre el rock argentino, ni mucho menos. Esas cosas no se racionalizan ni se teorizan, sencillamente, se disfrutan. O lo que es mejor, se escuchan.

Calamaro, para llegar a escribir las mejores letras del rock argentino, tuvo que pasar por un proceso de aprendizaje vivencial envidiable. Cuentan sus padres, que a los 8 años pidió como regalo un acordeón, y más adelante, un tambor. Todo parecía indicar, que había nacido con oído absoluto. Luego vendrían la guitarra eléctrica y el piano. Ya en su juventud primera, deja su ciudad natal (el barrio de 11 de septiembre, en Buenos Aires) y trabaja como pescador de tiburones en el Uruguay. Luego, pasaría un breve tiempo detenido por la policía de la dictadura militar. También sería estudiante universitario de derecho. Pero la música siempre estuvo ahí, como su auténtica vocación, y fue a ella, a quien le dedicó su vida, con pasión y entrega. Esa es una de las peculiaridades de la música, no admite la mediocridad. O se es bueno, o no se es músico. Sólo una inmensa minoría, como decía el poeta Guillén, se cubre con el raro barniz del éxito. Esa perseverancia, ese hambre de querer llegar a la cima, sólo la traen al mundo algunos pocos elegidos. Fama y popularidad se puede tener por un momento, pero perdurar, ese es otro tema. El mismo Calamaro le vaticinaba a Susana Jiménez -en su programa-, que su álbum El Salmón sería escuchado y estudiado en los próximos treinta años. No lo pondría en duda, el Salmón -como se le apoda- hace rato que se había adelantado a su tiempo. Parricida por definición, creó su propio estilo, superando largamente a sus celosos maestros. Ya saben de quienes estoy hablando.

Mi relación con Calamaro empezó en 1992, cuando ingresé a la universidad, a estudiar Derecho y Ciencias Políticas. Fue ahí que conocí a un distinto, un argentófilo confeso, Félix Aquije De Gregori. Y fue también, ese año, que empecé a frecuentar más a otro distinto, mi vecino Kenneth Yohann, para variar, argentófilo también. Ellos ahora, son dos de mis mejores amigos, a quienes debo tanto. No puedo contabilizar ahora, la cantidad de botellas de ron, whiskey, vino, cerveza, pisco, tequila, vodka, mezcal, y otros divinos alcoholes, tampoco las cajetillas de Marlboro rojo, que nos acompañaron esas largas noches de música. Ahí sí, teorizábamos sobre las letras de las canciones, sobre las circunstancias y sobre el entorno de las mismas, pero sobretodo, sobre la coincidencia de ellas con nuestras propias vidas. En esa época maravillosa, nos enamorábamos todos los fines de semana, y moríamos de amor ese mismo fin de semana, para renacer como aves fénix-félix al lunes siguiente. También lloramos, abrazados, jurándonos amistad eterna (básicamente, con La Canción de Los Buenos Borrachos, que hace con Fito Páez y Joaquín Sabina, en el disco Sal y Pimienta). Poco nos faltó para tomar en la copa rota, en su muy personal versión del bolero de Julio Jaramillo. Es verdad,  hubo otros cantantes y grupos -sobretodo Joaquín Sabina-, pero Calamaro nos encantó, y lo sigue haciendo. Incluso, en momentos transcendentales de mi vida, me hizo apartar la vista del suelo. Recuerdo ahora, más que otros momentos, ese fin de semana, que terminó todo con la gringuita Marta Botten, la primera mujer con la que había juntado algo, y estaba dispuesto a pasar el resto de mi vida, juntos, como dos que son uno. Convivimos un lluvioso invierno de 2001, en una linda casa de la ciudad de Canoga Park, en Los Angeles. Pero como dice Calamaro, lo que no termina, se contamina. Y decidimos terminar. Me dolió así de tanto, como nunca antes me había dolido algo o alguien. Además, venía cargando la muerte de mi padre, acaecido un segundo domingo de mayo de 1999 (un cáncer terminal, sólo le dio tres meses de vida, luego de diagnosticárselo). Finalmente, estaba solo, en una terra incognita, como un forastero en tierra forastera. Todo eso se sumó, mientras escuchaba No tan Buenos Aires, al mismo tiempo que llenaba mis maletas, luego de coordinar mi mudanza a los suburbios de San Francisco. La letra me transportó a Lima, mi ciudad, y lloré lo que tenía que llorar. Ya sé, los hombres no lloran, me repetía mi papá, cuando vivo. Pero lo necesitaba, tenía que sacarme toda esa mala energía que llevaba sobre los hombros, como una cruz incargable e innecesaria. Fue la catarsis más agradecida que he tenido hasta ahora. Al rato, volvía a tomar aire, pero ese aire del que cantan los andaluces.

Ahora, que han pasado los años, comprendo mejor las ironías del destino. Resulta que, con mi hermano de alma, Abel A. Cárdenas Tuppia, habíamos apostado un etiqueta azul, quien le ponía primero, a su primogénito, el nombre de Joaquín. Pasó que el hermano de Félix, Pepe, se nos adelantó traicioneramente, cuando él había confesado, antes de escuchar la música de Sabina, que era un borracho, y que no entendía cómo se podía calificar de canto, la garganta de lata de semejante borrachín. Pues como ven, cambió rápido de parecer, y fue así como bautizó a su primer hijo: Joaquín. Años luego, el 2003, mi esposa salé embarazada, y quedamos en que, de ser nena, yo elegiría su nombre de pila, y si era nene, ella. Pues una vez más, me quedé sin nombrar a mi prole. Nació varón, y ella escogió su nombre: André, versión francesa del ruso Andrei, y del español Andrés. Curiosamente, el nombre de Calamaro, cuando ella todavía no conocía de su existencia. Si es como para no olvidarlo nunca. No lo habría hecho, tampoco, son varios los momentos en que me ha acompañado: solo en mi cuarto, manejando mi auto sin rumbo conocido, tomando con los amigos, cantando en un concierto, preso de la sobrio-ebriedad. Se dice que los clásicos nunca pasan de moda, Calamaro es un buen ejemplo. Yo lo recomiendo con mucho entusiasmo, porque sé de su genialidad. Aunque sobre gustos y colores...  ¡Grande, Calamaro! Calamaro el Grande.    

 andres

miércoles, 23 de enero de 2008

El divertimento de Ivan Kupala

Ivan-Kupala

Está mal empezar algo, justificándose -y me excuso por ello-, pero el uso de la palabra divertimento está muy bien utilizado, pues es una forma musical que fue muy popular durante los siglos XVII y XVIII, en la vieja Europa (España, Francia, Italia y Austria), compuesta para un reducido número de instrumentos, y que solía mostrar un estilo desenfadado y alegre. Ahora, Ivan Kupala (Иван Купала) es un grupo musical que apareciera en 1996, en la europea ciudad de San Petesburgo (la otra mitad de Rusia es asiática, aunque a los rusos no les guste admitirlo), compuesta por tres integrantes, Denis Fyodorov, Alexei Rumyantsev y Alexei Ivanov. La peculiaridad de este grupo está en la interesante mezcla que hace, de la música tradicional rusa con la música electrónica, al mejor estilo de grupos como Enigma, Alborada y Rain Forest.

El nombre del grupo es más que conveniente. De acuerdo al lingüista alemán Ivan Vasner, el nombre de esta festividad combina las palabras "Ivan", el nombre eslavo de Juan (el Bautista), y "Kupala", una palabra derivada de la voz eslava para baño, ya que fue el primer día del año que la iglesia establece para bañarse y nadar en los ríos y pozas. También se hace una referencia extendida a los bautizos de San Juan Bautista, a través de la inmersión total en el agua. No obstante, el nombre tiene una significancia pagana más rica, que llega hasta nuestros días.

El Día de Ivan Kupala, es entonces, el Día de San Juan Bautista (en ruso: Иван-Купала, y en ucraniano: Івана Купала), celebrado en estos dos países el séptimo día del séptimo mes (7 de julio) del calendario gregoriano, en el solsticio de verano. Para el calendario juliano, u ortodoxo, la celebración se lleva a cabo el 24 de junio, fecha que es usada todavía por algunas iglesias ortodoxas. Sin embargo, algunos estudiosos de la mitología y la religión comparativa, como Sir James George Frazer, señalan que el verdadero origen de esta festividad la encontramos en un rito pagano que celebraba la fertilidad, posteriormente aceptado e introducido al calendario cristiano ortodoxo. Como fuera, actualmente, El Día de Ivan Kupala es una de las fiestas más esperadas del año. Sobre todo por la juventud eslava, que la pasa de la p.m. Cantan canciones, juegan al corro, saltan a través de hogueras, beben, hacen el amor y no la guerra, y más. En el Día de Ivan Kupala, tradicionalmente, las muchachas tejen coronas y las echan por el agua en busca de su amado (lo vemos ilustrado en la foto, al final).

Volviendo al grupo, en su no tan corta discografía, encontramos Кострома (Kostroma), editado en 1999, Здорово, Кострома, (Zdorovo, Kostroma - !Qué tal, Kostroma!) del año 2000, Радио Награ (Radio Nagra) del 2002 y Лучшие песни (Éxitos) en el 2003. El concierto en vivo Zvezdnaya Seriya, del 2001, es una buena opción recopilatoria también.

Cuenta la historia reciente, que sus tres integrantes trabajaban en la misma estación de radio, donde deciden un buen día modernizar la música popular rusa, y así lo hicieron, para beneplácito de los amantes de la música regional, étnica, el folklore, y claro, la moderna. Una de sus peculiaridades, es que las voces líderes de sus álbumes siempre son femeninas, donde interactúan solos y coros. Otra es, que se nota que al hacer esta música, o al mezclarla, se divierten como marranos, y mucho. Sin lugar a dudas, los puristas dirán que son unos sacrílegos, pero no hay mejor recompensa para su pueblo y su historia, que la juventud rusa, bielorusa, ucraniana, etc, ponga sus ojos en el pasado, y conozca sus orígenes, se haga preguntas, se enorgullezca de dónde es que viene. Si los integrantes del grupo, están haciendo muchos rublos en esta encomiable empresa, bien por ellos (quien puede, puede. Quien no, aplaude). Uno fácilmente se transporta a la estepa rusa, a las alturas del Cáusaso y de los Montes Urales. No hace falta entender el idioma, la música tiene un lenguaje universal. que encanta. En mi caso, cuando mis amigos me homenajean con una botella de vodka (la marca es lo de menos, salvo que sea Russian Shot), espero que el día oscurezca, me encierro en mi estudio, quemo una pastilla de incienso, pongo el Cd de Ivan Kupala, y a viajar sin reservas. Los regalos se abren y se disfrutan, mejor, a media luz y en soledad.

Para quienes se animen a escucharlos, desde ya (barbarismo rioplatense) los felicito. A mí, sus discos me los trajeron de Rusia, donde son muy populares. Pero no hay que ir hasta allá para adquirirlos, en casi todos los programas para bajar música, están. Prueben con la canción Kolyada-Haitura, y después me avisan.

ivan kupala

martes, 22 de enero de 2008

El discreto encanto del vampiro

Mucho ha hecho la literatura, pero más que todo el cine, en los últimos años, por desvirtuar la figura del vampiro, criatura de discreto encanto, rancio aristócrata amoral de constante perfil bajo. No existe linaje alguno, que haya sobrevivido hasta hoy, como ellos. Los vampiros originales, los primeros, la élite de su género, se remonta al nacimiento de culturas tan antiguas como la egipcia y la sumeria, aunque actualmente, no llegan a cinco, estos primeros sobrevivientes. Si bien son llamados no-muertos, la muerte no les es esquiva, es también una ley natural para ellos. Se sabe que no todos los ya muertos, fueron perseguidos y asesinados, también hubo algunos que sucumbieron ante los tormentos de la memoria, incluso vencidos por el amor, eligiendo la vida breve y mortal. Si hasta parece que hablara de eso, precisamente, el poeta Manuel Altolaguirre Bolín: "nuestro amor silencioso / y oscuro nos eleva / a las eternas noches".

Etimológicamente, la voz vampiro viene de las lenguas eslavas (del alemán vampir, que se deriva del polaco temprano vaper y éste, a su vez, del eslavo arcaico oper; con raíces indoeuropeas paralelas en el turco y en el persa). Significa también ser volador, beber o chupar y lobo, además de hacer referencia a cierto tipo de murciélago. Quizá el nombre más difundido sea Nosferatu, que proviene del griego νοσοφορος (portador de enfermedad).

No creo que hoy exista, en el mundo globalizado, persona que no haya oído de ellos. Los megaestudios cinematográficos de Hollywood son los principales culpables, luego vienen los escritores Bram Stoker (Drácula), Anne Rice (Crónicas Vampíricas) y Elizabeth Kostova (La Historiadora), entre muchos otros (Lord Byron, Edgar Allan Poe, Alexandre Dumas, Stevenson, Carlos Fuentes, Alexei Tolstoi, Baudelaire, etc). Claro, el tema a fascinado al hombre desde siempre, pero al menos ahora, estas son las versiones más leídas. ¡Y cómo no! La existencia del vampiro es la negación de Dios. Es la negación -voluntaria- de la muerte. Entonces, acabada la muerte, innecesaria la existencia de un Dios. Es por ello, que el peso religioso-ortodoxo-puritano de la sociedad victoriana, haya influido tanto en la pluma de Stoker, y nos describa a un conde Drácula temeroso de Dios, vulnerable al agua bendita, incapaz de tolerar la presencia de la cruz. Anacronismos imperdonables, pues el vampiro es anterior a estos simbolismos cristianos. Cómo deben de reírse los príncipes de la noche, ante tanta superstición. Pero bueno, no se podía esperar menos, el Dios de los hombres es amo y señor de los medios de comunicación, de las instituciones, de los gobiernos. Pobre de aquél que se atreva a contrariarlo, que los fundamentalistas están en todos los bandos, dispuestos a matar por él.

El vampiro es la quintaesencia de la elegancia, de lo prohibido, del erotismo y el hedonismo. No hay forma de no caer rendido ante él, encantados, seducidos, poseídos. Como dije, más de uno supera los cinco mil años de vida, hecho solo que los convierte en observadores privilegiados de la reciente evolución del hombre. Es por ellos que no existen las coincidencias en la Historia. En cada hecho relevante, podemos encontrar su rastro, su sombra. Supremamente inteligentes, como es de suponer, han hecho uso consuetudinario de esta simple verdad: "no hay mejor modo de ocultar una cosa que ponerla a la vista; no hay mejor modo de mentir que decir la verdad"  (Juan José Millás, Introducción a la novela policíaca). Hoy que los vemos en todas partes, y de tantas y tantas formas se ha ridiculizado su existencia, que solo un idiota o un ingenuo, podría afirmar su existencia, y sin embargo, existen. No es la noche, ni las tumbas, ni los castillos de altas torres los que los ocultan y protegen su integridad física, es su constante presencia, la que los "oculta" de sus potenciales enemigos. Aunque, para su tranquilidad, no existen crónicas de su captura. No hay forma de atraparlos con vida. Su libertad será siempre más valiosa que la vida misma. Ese solo hecho, profundamente envidiable, les ha ganado nuestro eterno desprecio. No la pérdida de algunos decalitros de sangre. De hecho, no hay criatura más mortífera para el hombre, que el propio hombre. Bien afirmaba Plauto, Homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre). El vampiro es eminentemente eugenésico, bebe la sangre para vivir, no para matar. Y únicamente, cuando reconoce ciertas cualidades en su víctima, le ofrece la vida eterna, como una posibilidad, como una opción a elegir. Nunca impuesta. Entonces, es un acto volitivo, de motu propio, ad voluntatem, el que convierte a un ser humano cualquiera, en un vampiro converso. No hay que dar nada a cambio, ni el alma, como Fausto, ni la sombra, como Peter Schlemihl, ni al maestro, como Judas Iscariote.

Es verdad, hay que despreciar a la muerte, para empezar a ser notados por ellos. Pero hay que amarla más que a nada, también. Hay que tener nobleza, pero no alcurnia. Se debe de haber amado, y sufrido. Se debe haber creado, y creído. Se debe poseer, y ser poseído. Esta pequeña lista, excluye a muchos ya. Pero el premio es harto agradecido. Porque la inmortalidad da derecho a mucho, a todo, menos a morir y a amar. No es posible el amor entre vampiros, porque entre iguales, sólo cabe la amistad. Una amistad racional, una camaradería que les asegurará la supervivencia, como hasta ahora.

Si eres afortunado, y una  noche, toca tu ventana, hazle pasar. Convérsarle, y pregúntale cuanto puedas. No hay mayor fuente de sabiduría. Si viene por ti como fuente de vida, acógelo como un mensajero de paz. Pero, si te eligió como posible vampiro, piénsalo bien antes de negarte, o aceptar -ninguna de tus respuestas lo irritará-. Si aceptas, serás miembro del más selecto club del mundo, pero también, ya no podrás dar vuelta atrás. Sino, como la esposa de Lot, acabarás convertido en estatua de sal. Sí, tú, lector, ¿qué decidirías?

Vampiro

lunes, 21 de enero de 2008

El buen oficio de amar

Oficio, del latín officium, es para el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), en su vigésima segunda edición, una ocupación habitual -entre muchas otras acepciones que nada tienen que ver con nuestro tema-. Y más abajo, señala que buenos oficios, es una locución verbal que denota diligencias especiales en pro de alguien. No podía haber mayor pertinencia, pues en pro de alguien, es el tema, del que hoy nos ocuparemos, una vez más, por encargo de un joven lector, tímido y muy enamorado, según me confiesa. Ojo, ahí. No se olvide la res que alguna vez fue ternera, que casi todos hemos pasado por eso, y pobre de aquél, que no sepa a qué nos referimos. Bien cantó Giuseppe Verdi en la voz del duque de Mantua: "Pur mai non sentesi felice appieno, chi su quel seno non liba amore!" (literalmente: pero nadie se siente del todo feliz si de su pecho no bebe el amor), el día del estreno de la ópera Rigoletto (Tercer Acto, Escena II), el 11 de marzo de 1851 en el célebre Teatro La Fenice de Venecia. Hoy por hoy, La Donna è Mobile es una de las arias más famosas de la Ópera mundial. Para mí, la interpretada por el fenecido tenor canario Alfredo Kraus, es inmejorable. Bueno, hoy no toca ópera, asi que dejémosla ahí.

Volviendo al tema que nos ocupa, yo me pregunto y les pregunto: ¿merece la pena enamorarse? ¿el amor, justifica la existencia terrena? ¿finalmente, existe el amor?

En este caso, habría que empezar por el final. Yo creo que sí existe. Ahora, creer es un acto de fe, entonces, se cree o no se cree. Dante Alighieri, en su Divina Comedia ya nos advierte lo siguiente: “el día en que el hombre permita que el verdadero amor surja, las cosas que están bien estructuradas se transformarán en confusión, y harán que se tambalee todo aquello que creemos que es cierto, que es verdad”. Entonces, es el mismo hombre quien no ha permitido que surja el amor, por el desmesurado poder que se le asigna. Digamos que el amor -per definitionem- es rebelde, trasgresor, revolucionario, iconoclasta. Incluso divino, aunque parezca contradictorio. La misma Biblia hebrea, en la Primera Carta de Juan, señala que Deus caritat est (Dios es es amor). Ergo, el amor es Dios. Un Dios antropomorfo, humana y consensualmente concebido y convenido. El mismo Papa católico, Benedictus P.P. XVI, afirma que "el amor se afirma en la civilización". Es entonces, una creación cultural, de las sociedades con cierta evolución. Y lo que es creado, existe.

Acordada su existencia, vamos a ver si merece la pena enamorarse. Casi 500 años antes de Jesucristo, el filósofo griego Arísticles de Atenas, llamado comúnmente Platón, en El Fedón, nos decía que "el riesgo de creer bien vale la pena de correrse". Sólo si se cree uno, embargado por la fuerza del amor, es digno de arriesgarse por él, de luchar por él, o mejor dicho, por el objeto de su amor. En este punto, es imposible no coincidir con Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, al señalar que el verso de Christopher Marlowe: "Helena, hazme inmortal con un beso", en La Trágica Historia del Doctor Fausto, es el verso más hermoso jamás escrito. Sólo un ser enamorado, es capaz de tal solicitud, de vivir por siempre para amar por siempre. Qué tal inspiración de Marlowe. Ni el mismo Johann Wolfgang Goethe, constructor de Fausto, llegó a tanto lirismo. Ahora, si la cosa es reconocer la sintomatología -para muchos, el amor es una enfermedad-, el poeta español Jorge Manrique, el de las Coplas a la Muerte de su Padre, nos da una descripción precisa en el poema Diciendo qué cosa es amor, que a la sazón dice:

Es amor fuerça tan fuerte
que fuerça toda razón;
una fuerça de tal suerte,
que todo seso convierte
en su fuerça y afición;
una porfía forçosa
que no se puede vencer,
cuya fuerça porfiosa
hacemos más poderosa
queriéndonos defender.

Es placer en c’hay dolores,
dolores en c’hay alegría,
un pesar en c’hay dulçores,
un esfuerço en c’hay temores,
temor en c’hay osadía;
un placer en c’hay enojos,
una gloria en c’hay pasión,
una fe en c’hay antojos,
fuerça que hacen los ojos
al seso y al coraçón.

Es una catividad
sin parescer las prisiones;
un robo de libertad,
un forzar de voluntad
donde no valen razones;
una sospecha celosa
causada por el querer,
una rabia deseosa
que no sabe qu’es la cosa
que desea tanto ver,

Es un modo de locura
con las mudanças que hace:
una vez pone tristura,
otra vez causa holgura,
como lo quiere y le place;
un deseo que al ausente
trabaja, pena y fatiga;
un recelo que al presente
hace callar lo que siente,
temiendo pena que diga.

FINIDA

Todas estas propiedades
tiene el verdadero amor;
el falso, mil falsedades,
mil mentiras, mil maldades
como fengido traidor;
el toque para tocar
cuál amor es bien forjado,
es sofrir el desamar,
que no puede comportar
el falso sobredorado.

Ahora, me dirás tú, lector, si luego de esta lectura, y de un breve recorrido por la memoria, no justifica la existencia, el amar a alguien más, que no seamos nosotros mismos. Y aquí viene la advertencia, sólo se puede amar a otro, si primero nos amamos a nosotros mismos. Que la caridad empieza por casa. Esa es una coditio sine que non. Uno no puede dar de aquello que no tiene. Y si no nos amamos a nosotros mismos, no seremos capaces de amar a alguien más. Sólo en este punto, empiezan las confusiones.

Ahora, el sensato de José Ortega y Gasset nos advierte que "el enamoramiento es una etapa de estupidez transitoria". Sin duda, nos volvemos medio idiotas, pero eso también es parte del encanto. Lo que es yo, me he enamorado cantidad de veces, es más, me enamoro siempre. Y es que tengo unas amigas, que para qué les cuento!!! Pero hay que saber respetar. Si el tema es el compromiso, hay que usar el cerebro, no necesariamente la cabeza. De verdad, apuesten por el amor, sin importar la edad ni nada. Ya don Rubén Darío, subidito de años, nos cantaba:

“Mas a pesar del tiempo terco,

mi sed de amor no tiene fin;

con el cabello gris me acerco

a los rosales del jardín”.

Como dice el refrán popular, no dejemos para mañana, lo que podemos hacer hoy.

los_enamorados

sábado, 19 de enero de 2008

Feliz Cumpleaños, Lima

Pues sí, el 18 de enero se celebra la fundación de la capital del Perú, Lima. Ciudad virreinal que fuera refundada por el conquistador Francisco Pizarro en 1535, con el nombre de La Muy Noble, Muy Insigne y Muy Leal Ciudad de los Reyes del Perú (previa la conquista, fue un importante cacicazgo). Como era de suponer, un nombre tan largo no podía durar, y en efecto, así mismo fue. Al poco tiempo se impuso por la fuerza de la costumbre, su nombre anterior a la conquista: Lima, que es como ahora la conocemos y llamamos. El origen etimológico es un poco confuso, porque para algunos provendría del aymara (lima-limaq, flor amarilla) y para otros, del quechua (rimaq, hablador o el que habla; limaq, en la variedad quechua costeña en la que la "r" sonaba como "l"). Lo que importa, es que es una de las ciudades más lindas de Sudamérica. En la época virreinal, fue la metrópoli más importante, pero luego de la independencia y surgimiento de las demás naciones-estado del continente, fue perdiendo ese lugar estelar.

En ella habitan, casi el 40% de la población nacional, es decir, siete millones de habitantes, y siguen llegando... Ese es uno de los temas más importantes por resolver, ya que mientras el Perú siga siendo un país centralista, y no trabaje en una real descentralización, como bien hizo Colombia, con importantes ciudades satélites, terminará con una superpoblación que no permitirá ordenarla jamás.

El centro histórico cuenta con edificios maravillosos, y casi todos los tipos de arquitecturas (art deco, mudéjar, barroco, neoclásico, churrigueresco, gótico, etc), incluyendo templos y huacas precolombinas con más de dos mil años de antigüedad. Lo malo, es que el limeño promedio todavía no se da cuenta de lo que tiene. Falta amor por la ciudad, pintar los frontis, mantener verdes los jardines, arreglar las pistas y veredas, no tirar basura a la calle, no pintar las paredes, en fin. Recién desde la alcaldía de Alberto Andrade Carmona, se ha empezado a cambiar el rostro de la ciudad. Antes de él, era normal encontrar “mierda y orines esparcidos por todo el lugar”, citando a Kai Hermann y Horst Rieck, en su novela Wir Kinder Vom Bahnhof Zoo. Hay que agregar, que mucho hizo por la ciudad, que la UNESCO la declarara Patrimonio de la Humanidad.

Para mi gusto, el distrito más prolijo es San Isidro, con vista al mar, club de gol, varios hoteles de 5 estrellas, restaurantes de 5 tenedores, modernos cafés, cosmopolitas bares, lindas propiedades (el metro cuadrado está en dos mil dólares) bello ornato, lindos parques y fuentes, y una visión bastante occidental de Lima, donde el gran porcentaje de residentes son blancos. La calle Conquistadores es la versión peruana de Beberly Hills. Miraflores es otro buen referente urbanístico, un tanto más comercial, visitar Larco Mar es obligatorio, frente al Hotel Marriott; aunque en general, todos los distritos que tienen que ver con la Costa Verde están bastante bien, es decir, San Miguel, Magdalena, San Isidro, Miraflores, Barranco y Chorrillos. Como en todas partes, tienen sus partes no tan turísticas, pero en líneas generales, son bastante interesantes. Barranco tiene especial encanto, por lo detenido en el tiempo. Muchas de las viejas casonas republicanas, son ahora agradecidos bares, peñas, restaurantes, cafés, centros culturales, galerías.

Pero, si tuviera que escoger, me quedaría con el Centro de Lima. Claro, no para vivir, sino para visitar y aprender. Hay que agregar que la propuesta culinaria de Lima ha mejorado muchísimo, aunque el servicio todavía es una deuda pendiente. Sólo en contados bistros hay un esmerado servicio, en los demás, es casi inexistente. Sólo como anécdota, recuerdo que cuando visité con Hernan Saab, un amigo californiano, una pollería (el pollo a la brasa el algo que se tiene que comer), fuimos a lavarnos las manos, y no había jabón por ninguna parte. Cuando le pedimos a la mesera algún tipo de jabón, volvió con un poco de detergente para ropa, es decir, sin comentario. Ahora, para los limeños, la comida peruana es la mejor del mundo, asi que no hay que fiarse de todo lo que recomiendan, porque hay un abuso de condimentos, especias, picantes. El que no esté acostumbrando, puede terminar con una hemorragia cacal, o que es lo mismo, una diarrea de la pitri-mitri. Otro dato importante, es que la comida japonesa en Lima, debe de ser la más barata del mundo. Es quizá por lo económico de los ingredientes marinos, o por la gran comunidad japonesa en el país. Ahora que está tan de moda, no debería de dejarse pasar. Toshiro Konishi es el más eximio representante. En cuanto a cocina de alto nivel, Gastón Acurio tienen un nombre bien ganado en la historia peruana. Hoy en día, su cocina está en 11 países (incluidos ocupados y carísimos restaurantes en Madrid y Londres), y con su programa televisivo, La Aventura Culinaria, descubre maravillas ajenas aún para los mismos nacionales. Otra cosa, hay que animarse por el ceviche, el pescado marinado en limón, con cebolla, ají limo, ajinomoto, yuyo, y ahí nomás lo dejo. Tienen que probarlo.

Lima está llana a ser descubierta. Vale bien la pena hacerlo, pero mucho cuidado con ir muy lejos, el tema de la seguridad todavía no está resuelto, y uno puede perder algo más que la cartera o la ropa interior. Y los policías de la guardia civil, muchas veces, no saben ni donde están parados. Otros, buscan la manera de ganarse una "mordida", o coima. Cruzar una luz roja, puede arreglarse extraoficialmente en poco menos de 10 dólares. Hay cosas que nunca cambian, si revisamos un fragmento del poema Lima, de Mateo Rosas de Quevedo, un andaluz que vivió en Lima entre 1593 y 1598:

"Un visorrey con treinta alabarderos

por fanegas medidos los letrados

clérigos ordenantes y ordenados

vagabundos, pelones caballeros.

Juzgadores sin número y coimeros

mercaderes del aire levantados

alguaciles, ladrones muy cursados

las esquinas tomadas de pulperos.

Poetas mil de escaso entendimiento

cortesanas de honra a lo borrado

de cucos y cuquillos más de un cuento

de rábanos y coles lleno el gato

el sol turbado

pardo el nacimiento

aquesta es Lima y su ordinario trato".

Finalmente, en la foto, aparezco con la mejor picaronera (el picarón es uno de innumerables dulces típicos limeños) de Lima, en el Boulevard Chabuca Grande, a la espalda del Palacio de Gobierno, antes de cruzar el puente al distrito de Rímac. Luego de almibararme y sabrosear sus picarones, no podía dejar pasar la foto para el recuerdo. Brindemos pues por este onomástico limeño, y levantemos nuestras copas de espumoso pisco souer.    

 

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jueves, 17 de enero de 2008

El Test de Proust

Cumpliendo con el favor que se me pidió -la verdad, me cuesta decir que no, aunque ahora ya no presto dinero con la facilidad de antes-, me sujeté a un rol de preguntas, que en sí, componen el ya tan famoso Cuestionario o Test de Proust. No tengo información suficiente para afirmar que Valentin Louis George Eugène Marcel Proust lo haya elaborado, pero tampoco para negarlo. De lo que sí tengo algo de información, es de que dicho test se lo hicieron a él, y lo que queda registrado, son algunas de las preguntas con sus respectivas respuestas. Ahora, en la actualidad, dicho test es uno de los más conocidos en el mundo, para descubrir rasgos de la personalidad de quien es preguntado.
Como la situación fue más divertida de lo que imaginé, porque tengo que admitir que estuve muy reacio al principio –a nadie le gusta que sepan más de la cuenta de uno-, cumplo con publicarla, para que, quien se anime a responderlo, lo guarde y luego de un tiempo, se sorprenda de sus propias respuestas. Eso es normal, evolucionamos –en el mejor de los casos- con el paso del tiempo. Soy lo suficientemente honesto para publicarlo tal cual, porque se puede mentir al mundo entero, pero no a sí mismo. Esas son las peores mentiras. Voilà.
¿Cuál es el defecto propio que deplora más?
Decir lo que pienso, sin pensar en lo que digo.
¿Cuál es el defecto que usted deplora más en otros?
La mediocridad.
¿Cuál es su estado mental más común?
La paz.
¿Cómo le gustaría morir?
Durmiendo, y como los caballeros, en mi cama.
Si después de muerto debe volver a la Tierra, ¿convertido en qué persona o cosa usted regresaría?
Me gustaría volver en mí mismo, pero con toda la experiencia adquirida, y una mayor capacidad para hablar otros idiomas.
Y si pudiera elegir un personaje de ficción, ¿cuál escogería?
Batman.
¿Cuál es su mayor extravagancia?
No me considero una persona extravagante, soy bastante old fashion. Tengo aversión por el ridículo.
¿En qué ocasiones miente?
Cuando es más fácil que decir la verdad, es decir, cuando no quiero herir con la verdad a determinada persona. También lo hago para agradar, las mentiras siempre son más graciosas, cuentan mejores historias.
¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
Los congresistas de mi país, los malos gobernantes, los burócratas de los ministerios, los oficiales de las delegaciones policiales corruptas, los delincuentes, etcétera, hay tanta gente despreciable.
¿A qué persona viva admira?
Fernando de Szyszlo Valdelomar.
¿Qué palabras o frases usa más?
“Puta madre”. Pero estoy tratando de quitármela, mi hijo de cuatro años ya la está empezando a repetir, y mi madre y mi esposa, me lo reprochan constantemente.
¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
Bueno, ni la felicidad es constante, ni la perfección existe. Me llenaría de felicidad tener una plena estabilidad. Emocional, laboral, económica, anímica.
¿Cuál es su mayor miedo?
Que algo malo le pase a mi esposa, o a mi hijo.
¿Cuál es su mayor remordimiento?
El dejar pasar el tiempo, muchas veces, de la manera más estéril posible.
¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente?
El éxito entendido como la acumulación de dinero, fama, escándalos.
¿Qué le disgusta más de su apariencia?
Un vientre que podría llegar a ser prominente, sino se toman las medidas respectivas.
¿Cuáles son sus nombres favoritos?
De hombre, Joaquín, Etienne. De mujer, Camila, Bianca.
¿Qué talento desearía tener?
Hablar y leer en muchos idiomas. Y guardar más cosas en la memoria, aunque quizá un día, termine sucumbido por ella, como en la novela del Gabo.
¿Qué le desagrada más?
La indecencia, la brutalidad, la bajeza, la traición.
¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?
La verdad, en casi todos los escenarios de mi vida, he sido muy feliz, ya sea por el lugar, la compañía, el momento en sí. Cuando navegue al lado de las ballenas, cuando vi nacer a mi hijo, cuando conocí a mi esposa, cuando escribo y me gusto, en fin.
Si pudiera, ¿qué cambiaría de su familia?
Hablar de ciencia ficción en términos familiares, puede llevar a pleitos irreconciliables.
¿Cuál es su mayor logro?
Mi familia y mi hogar, con todo lo que ello significa.
¿Cuál es su posesión más atesorada?
Mis libros.
¿Cuál es la manifestación más clara de la miseria?
De la miseria… te repetiría el epitafio de Sir Christopher Wren, en Saint Paul, Londres: “Si monumentum requiris, circumspice” (si buscas un monumento en su nombre, mira a tu alrededor).
¿Dónde desearía vivir?
Lima es donde nací, donde actualmente vivo, y donde quiero vivir.
¿Cuál es su pasatiempo favorito?
Ver películas, tirado en mi sofá, comiendo Tortis picantes y tomando limonada helada. O leer sobre mi cama, con una taza de café al lado, y la ventana que da al Océano Pacífico a medio abrir. Esa brisa marina es algo impresionante.
¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en una mujer?
Su capacidad para amar, su ternura, su entrega, su alma grande.
¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en un hombre?
Su honor.
¿Cuál es su héroe de ficción favorito?
El Conde Drácula. Para mí es el héroe por excelencia, claro, el personaje de ficción, no el príncipe valaco Vlad Tepes. Haber vencido a la muerte, el renovarse, el morir por una mujer, lo convierte en todo un personaje del Romanticismo.
¿Cuáles son sus héroes de la vida real?
Ghandï, Geffrey Sach, Sócrates.

Frases que modificaron mi historia.

Hace ya un par de años, que pasé una de las noches más agradecidas de mi vida, al lado -digo bien- de dos guapas e inteligentes norteamericanas, estudiantes ambas de la Universidad Stanford, en la ciudad de Palo Alto, al norte del estado de California. No fue carnal el encuentro, hay que advertir, a los que esperan un relato porno. Resultó que a eso de las diez de la noche, estaba leyendo -conmigo mismo- una novela latinoamericana, y terminando mi tercera tasa de café americano (grano arábica), en un restaurant de paso llamado Denny´s, de esos que atienden las 24 horas del día, y los hay por todos los rincones de la nación.
En eso, en el booth inmediato contiguo, se sentaron dos lindas estudiantes universitarias, no mayores de veinte años, con sus respectivas mochilas, laptops, Ipods, audífonos, y demás accesorios. No tardaron mucho en preguntarme qué leía, y si me interesaba la literatura. Así empezó una noche de literatura universal, historia, economía política, cine, música, viajes, y sobretodo, de recuerdos y exigencias a la memoria. También me desterró por completo, la creencia tan extendida como absurda, de que todas las rubias lindas son tontas. Estaban cargadas de curiosidad, inteligencia, ingenio, encanto, y sobretodo, calor humano.
Ese encuentro duró hasta las 6 de la madrugada, cuando notamos que ya empezaba a aclarar, y poco a poco, llegaban diferentes comensales, gringos todos, somnolientos algunos, apuradísimos otros, ansiosos por secar varias tasas de café, y llenar el buche con pancakes, hashed brown, bacon strips, sausages links, smoked ham, over easy eggs, skilled potatoes, corned beef hash, toasted bread, french toast, y demás elementos altos en grasas saturadas, que conforman el desayuno americano. Intercambiamos teléfonos y correos electrónicos, nos prometimos volvernos a ver el fin de semana en un bar de la University Avenue, y nos despedimos como viejos y entrañables amigos, con abrazos besos y abrazos. No las volví a contactar, porque corría el riesgo de enamorarme de una de ellas, o de las dos, no lo sé. Ese riesgo, real o no, estaba negado para mí. Ya estaba casado desde el 2003. Quizá debí conservar su amistad, pues mis intenciones eran legítimas. Me preguntaba en ese momento, rascándome la coronilla ¿lo entendería mi mujer? No lo creo.
Pero no quería llegar a eso. Lo que quería en esta entrada, es compartir algunas de las frases que afloraron ese jueves en la noche. Frases que modificaron, en mayor o menor medida, el curso de mi historia personal, porque sin duda, influyeron en mi conducta, y consecuentemente, en mis decisiones. Es ahora imposible recordarlas todas -el tiempo no lo permite, el espacio tampoco-, porque llegaron como se fueron. De las que aún guardo nota y recuerdo, tenemos a la sazón:
- "Nessun maggior dolore que ricordarsi del tempo felice ne la miseria", DANTE ALIGHIERI, La Divina Comedia.
- "No hay libertad sin independencia económica", ISABEL ALLENDE LLONA, Paula.
“Una mediana vida yo posea / un estilo común y moderado / que no le note nadie que le vea”, ANDRES FERNÁNDEZ DE ANDRADA, Epístola Moral a Fabio.
- “Dicen que de obras y palabras se conforma el compuesto de una vida, y que viene a ser una muerte si al cuerpo de las palabras y las obras no se les infunde, del alma, el alma del fin porque se hicieron”, ANONIMO ESPAÑOL.
“La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”, HORACE WALPOLE, 4TH EARL OF OXFORD.
- "Uno tiene que escoger entre la soledad y la vulgaridad", ARTHUR SCHOPENHAUER.
- ”O liberté! Que de crimes on commet en ton nom!”, JEANNE-MARIE ROLAND DE LA PLATIERE.
- "We work to eat to get the strength to work to eat to get the strength to work to eat to get the strength to work to eat to get the strength to work", JOHN DOS PASSOS.
- “Aran Izhukkathu Allavai Neeki Maran Izhukka Maanam Udayathu Arasu”, SAINT TIRVALLUVAR.
- "Por lo que veo mi destino es ser lapidado por las dos partes en disputa, mientras yo pongo todo mi empeño en aconsejar a ambas partes", DESIDERIUS ERASMUS ROTERODAMUS.
- "Lo único que le reprocho a la vida es que sea tan corta, es tan maravillosa", RUFINO ARELLANES TAMAYO.
- "Si violo a la Historia, es para hacerle hijos hermosos", ALEXANDRE DUMAS.
- "Aunque me quedara mucho tiempo por delante, lo más urgente que tendría que hacer desde joven era aprender a envejecer con dignidad. Para cuando llegara el momento", JUAN JOSE ARMAS MARCELO, La Orden del Tigre.
- "El paraíso terrenal está donde yo estoy", VOLTAIRE.
- “Arderé, pero ello no es otra cosa que un hecho. Ya seguiremos discutiendo en la eternidad”, MIGUEL SERVETO Y CONESA.
- "Die Ros´ ist ohn warumb, sie blühet weil sie blühet, Sie achtt nicht jhrer selbst,fragt nicht ob man sie sihet", ANGELUS SILESIUS, Cherubinischer Wandersmann oder Geist – Reiche Sinn – und Schluß – Reime zur Göttlichen beschauligkeit anleitende.
- "The old law of an eye for eye leave us all blind", MOHANDAS KARAMCHAND GHANDÏ.
- "No somos héroes", JORGE BASADRE GROHMAN.
- “La gente cree que un hombre sufre porque la muerte, de pronto, le arrebata a la persona que ama. Pero el verdadero dolor radica en el descubrimiento de que ni siquiera el dolor permanece, que hasta el sufrimiento carece de significado. ¿No se dan cuenta? Ni siquiera la ficción del amor me sirve ya como coartada y, sin embargo, aquí me tienen, más libre que nunca porque ahora ya sé que, al final, nada durará”, ALBERT CAMUS, Calígula.
- "Hay dos tipos de amistades: las amistades con personas de una misma ciudad que se ven continuamente, que acaban peleándose por pura fatiga mutua; y otra, que a través del tiempo se va desarrollando de una manera más inteligente, a base de encontrarnos casualmente en diversas ciudades o lugares", ENRIQUE VILA-MATAS.
- "He amado a las mujeres con locura. Pero siempre he preferido mi libertad", GIAN GIACOMO GIROLAMO CASANOVA, Histoire de ma vie.
- "La muerte es la mayor de la vulgaridades; nos pasa a todos", CAMILO JOSE CELA TRULOCK.
- “Que ruido tan triste hacen los cuerpos cuando se aman”, LUIS CERNUDA.

- "Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas, y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires", MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
- "¿Deberían acaso / volverse amigos tuyos / aquellos para quienes / el ser como tú eres / es un eterno reproche / en silencio?", JOHANN WOLFGANG VON GOETHE.
“ποταμοις τοις αυτοις εμβαινομεν τε και ουκ εμβαινομεν, ειμεν τε και ουκ ειμεν τε”, HERACLITO DE EFESO.
- “Todo el mundo ansía tener un hijo inteligente. Sin embargo, mi inteligencia ha sido la causa de mi desgracia. Prefiero un hijo idiota, sin tormentas llegaría a ser ministro”, SUN TUNG PO.
- "Que hablen de mí, aunque sea bien", SALVADOR DOMINGO FELIPE JACINTO DALI DOMENECH.
- “Ich hatte eins, ein schönes Vaterlands…”, HEINRICH HEINE.
- "Mi querido amigo, definitivamente, su pene es más inteligente que usted", SIGMUND FREUD.
- "Je pense, donc je suis", RENE DESCARTES, Discurso del Método.
- “Non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere”, BARUCH DE SPINOZA, Ética demostrada según el origen geométrico.

- "¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos", PORFIRIO DIAZ.
- "Los celos en la literatura —o en la vida— dramatizan la brecha que hay entre lo poco que un hombre sabe y lo mucho que hay por saber, la agonía que produce esa brecha, y los errores, los malentendidos que provienen de los vanos intentos de cerrarla", DAVID GALLAGHER.
- “Como el sediento que en el sueño quiere beber y agotar todas las formas de agua que no lo sacian y perece abrasado por la sed en el medio de un río: así Venus engaña a los amantes con simulacros, y la vista de un cuerpo no les da hartura, y nada pueden desprender o guardar; aunque las manos indecisas y mutuas recorran todo el cuerpo. Al fin, cuando en los cuerpos hay presagio de dichas y Venus esta a punto de sembrar los campos de la mujer, los amantes se aprietan con ansiedad, diente amoroso contra diente; del todo en vano, ya que no alcanzan a perderse en el otro ni a ser un mismo ser”, TITO LUCRECIO CARO, De rerum natura.
- "La única manera de hablar con un peruano es estar de acuerdo con su pesimismo", PAUL EDWARD THEROUX.
- "A mí me gustan las mujeres sin pasado, y los hombres con futuro", OSCAR WILDE.
- “Rara tempore felicitas, ubi sentire, quae velis; et quae sentias dicere licet”, CAYO CORNELIO TACITO.
- “Cuando alguien busca fácilmente puede ocurrir que su ojo sólo se fije en lo que busca; pero como no lo halla, tampoco deja entrar en su ser otra cosa, ya que únicamente piensa en lo que busca, tiene un fin y está obsesionado con esa meta. Buscar significa tener un objetivo. Encontrar, sin embargo, significa estar libre, abierto, no necesitar ningún fin. Por eso, quien busca, persiguiendo un objetivo, no ve muchas cosas que están a la vista. Disminuye el poder de la visión por mirar el objeto tan de cerca", HERMAN HESSE, Siddartha.
- “Ut assidens implumibus pullas avis / Serpentium allapsus timet, / Magis relictis; non, ut adsit, auxili / Latura plus presentibus", QUINTO HORACIO FLACO, Epodos.