jueves, 2 de junio de 2022

FIDEL DE LOS ÁNGELES ZÁRATE Y PLASENCIA

Fidel de los Ángeles Zárate y Plasencia (ContumazáCajamarca, 26 de octubre de 1896 - San IsidroLima9 de marzo de 1972) fue un prolífico escritor, abogado, economista, catedrático y legislador peruano.

Trayectoria:

Realizó sus estudios primarios y secundarios en las Escuelas N° 103 de Cascas y N° 101 de Contumazá, respectivamente. Ni bien terminados sus estudios secundarios, decide viajar a Lima. A la edad de veinte años, en 1916, optó el título de normalista en la Escuela Normal de Varones de Lima, para dedicarse a la docencia primaria y secundaria.

Interesado por conocer la realidad peruana, ejerce de 1917 a 1924 la docencia en las escuelas de Tembladera y Cascas (Cajamarca), Chiclayo (Lambayeque) y Chincha (Ica), respectivamente.

Estimulado por la necesidad de adquirir nuevos conocimientos en pedagogía y economía, de 1924 a 1927 estudia en el Centro de Experimentación de la Escuela Normal de Varones de Lima. Casi a la par, en 1928, se gradúa de Bachiller en Letras sustentando la tesis El espíritu de la economía mundial o la moneda, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (en adelante UNMSM), fundada en 1551 y reconocida como la más prestigiosa del país.

De 1928 a 1941 ejerce como profesor en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupedictando los cursos de Castellano, Literatura, Historia Moderna y Economía Política, con lo cual, se hace de un ingreso fijo y puede adquirir obras selectas en español importadas de España. Para 1929, publica su primer poemario: Bella inutilidad.

En 1930 opta el grado de Bachiller en Derecho, en la UNMSM. Carrera que le brindará los conocimientos en política para los cargos legislativos que ejercerá más adelante. Sin embargo, su vocación se debatirá entre la literatura y la economía. En su creación poética, incursionó en los asuntos nativos y regionales, procurando mostrar el rostro de la identidad nacional. Su lenguaje poético es rotundo y elocuente, de léxico culto y abundante. El estudioso Luis Alberto Sánchez, en su obra La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del Perú, señala que “fue uno de los más fecundos publicistas peruanos de nuestro tiempo. Su capacidad abarcaba los campos más diversos. Empezó como poeta y se consagró después a la economía (…) Entusiasta discípulo de Chocano, devoto de Darío, prolonga en sus libros un léxico abundante, conoció y usó con corrección las clásicas reglas del verso castellano” (pág. 1498)​.  

En 1936 opta el grado de Doctor en Ciencias Económicas en la UNMSM, con la tesis La teoría de Cassel o el problema del cambio y la paridad económica en la moneda. Al año siguiente, es nombrado catedrático en Economía Política en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNMSM, cargo del que llegará a ser emérito (luego de 31 años de cátedra), además de Decano Interino de la Facultad de Ciencias Económicas. 

En 1939 es designado miembro del jurado para los exámenes de Promoción de Instrucción Secundaria (publicado en El Comercio el 4 de octubre, página 2). A partir de aquí, su producción literaria es abundante tanto en poesía como en economía y derecho.

De 1945 a 1948, durante el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, ejerce como diputado por la provincia de Contumazá, por el Partido Aprista Peruano (APRA).

En 1956 es designado catedrático de Seguridad Social en la Facultad de Ciencias Económicas en la UNMSM. Finalmente, se jubilará en enero de 1968 a la edad de 71 años.

De 1963 a 1968, durante el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry, ejerce como senador por el departamento de Cajamarca, representando al APRA.

Fue también delegado estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNMSM, profesor del Instituto Pedagógico Nacional Santo Tomás de Aquino, presidente del Colegio de Doctores de Ciencias Económicas, miembro de la Academia de Ciencias Políticas, de la Asociación de Editores y Artistas, de la Sociedad Geográfica de Lima, del Colegio de Doctores de Ciencias Económicas y fundador del centro del Centro Provincial de Contumazá en Lima.

Fallece con 75 años en la ciudad de Lima, el 9 de marzo de 1972, sucediéndolo Luis Fidel Zárate Arce. El día 11 de marzo, el diario La Prensa publicará una nota necrológica en la página 8 titulada: Hoy entierran al ex-diputado Ángeles Zárate.

Póstumamente, calles, colegios e institutos superiores del departamento de Cajamarca llevarán su nombre como homenaje.


Obras destacadas:

En Literatura;

Motivos y quehaceres (1971). Lima: La Floralia del Inca, 636 p.

Los lares iluminados (1970). Lima: La Floralia del Inca (Tall. Gráf. P.L. Villanueva), 429 p.

Los cuentos contumacinos del tío Lino. Homenaje póstumo a un maestro (1970). Lima: La Floralia del Inca, 186 p.

Recuerdos de Europa: España (1970). Lima: La Floralia del Inca, 116 p.

Las aguas de Heráclito (1970). Lima: La Floralia del Inca, 448 p.

Ayllu de los cantares: obras poéticas completas (1961). Lima: Edit. UNMSM, 2 t.

Poético (1953). Lima: s.n, 20 p.

Poemas a tu persona (1951). Lima: s.n., 143 p.

Cussi-Coyllur: Estrella de la alegría (1945). Lima: Empresa Editorial Peruana S.A., 152 p.

Un poco del Perú: el paisaje y los pueblos. Primera parte (1944). Lima: s.n., 152 p.


En Economía;

Crisocracia: gobierno del oro (1970). Lima: La Floralia del Inca, 485 p.

La circulación económica (1958). Lima: Politécnico Nacional Superior José Pardo, 2 t.


En Derecho y Ciencias Políticas;

Temas políticos (1970). Lima: La Floralia del Inca (P.L. Villanueva), 540 p.

Segurología social (1959). Lima: UNMSM, Facultad de Ciencias Económicas y Comerciales, 151 p.

Discurso de orden de 1959 (1960). Lima: UNMSM, Facultad de Ciencias Económicas y Comerciales, 55 p.

El departamento de Cajamarca, en el primer centenario y un año de su creación (1958). Lima: UNMSM, 48 p.

La ley de la renta de la tierra (1957). Lima: UNMSM, 47 p.

Los derechos políticos de la mujer peruana: conferencia sustentada al 25 de octubre de 1954, en el Colegio de Abogados de Lima (1954). Lima: D. Miranda, 47 p.

El tramonto del parlamentarismo: estudio jurídico, político, filosófico, económico y social y contribución al debate de las ideas sobre la estructura del poder electoral y legislativo (1933). Lima: Impr. Minerva, 262 p.


Fuentes:

INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA. Anuario Bibliográfico Peruano. 1970 - 1972 (1979). Lima: P. L. Villanueva, Editor.

REPÚBLICA PERUANA. Diario de los debates de la Cámara de Diputados. Legislatura ordinaria de 1963 (1964). Lima: GRAPASA, t. IX.

REPÚBLICA PERUANA. Diario de los debates del Senado. 1° Legislatura Extraordinaria de 1965 (1967). Lima: GRAPASA, 1° volumen.

SANCHEZ, L.A. La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del Perú (1975). Lima: P. L. Villanueva, Editor, t. V.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

AMERICANAH, de Chimamanda Ngozie Adichie

Americanah es una historia de amor traspasada por la paulatina consciencia del racismo. Ifemelu, la protagonista, es en términos absolutos, africana y negra (como dice que la ven); y en términos relativos, nigeriana, igbo y cristiana (como dice que es). Americanah es también un localismo nigeriano, de cariz burlesco, que identifica a los emigrantes a Estados Unidos, que regresan a la patria agringados y sin identidad. Así mismo, Americanah es el travieso ajuste de cuentas de su autora, Chimamanda Ngozie Adichie, por todos los que, en algún momento emigramos al Primer Mundo y fuimos etiquetados con estereotipos (basta leer algunos tweets del presidente Donald Trump).



Antes de empezar a leerla, imaginé una narrativa desde la marginalidad kafkiana, influido por el cuento «Alienación» de Julio Ramón Ribeyro, donde el zambo Roberto López «Bob» soñaba con convertirse en un rubio de Philadelphia, y que «en la ascensión vertiginosa hacia la nada fue perdiendo en cada etapa una sílaba de su nombre». Otro es el espacio-tiempo histórico. Ribeyro recrea a Bob desde un Perú tercermundista, pobre, elitista, jodido; donde las acolchonables Quecas no juegan con zambos. Chimamanda lo hace desde una Lagos (antigua capital de Nigeria) clasemediera y educada, anglófila, con una economía en ascenso (de casi doscientos millones de habitantes) liderando su continente subsahariano. Ifemelu, recién en Norteamérica, es consciente de su negritud y de la compasión políticamente correcta de las élites. De los eufemismos que evitan herir pero que más bien descostran la llaga. De la existencia de los otros, los latinos, en un primer encuentro con una babysitter: «una mujer de piel pálida y rostro cansado con el pelo negro, recogido en una cola de cabello grasiento» (Pág. 122). Para cuando Chimamanda Ngozie Adichie empezó a escribir Americahan, los latinos éramos la segunda mayor minoría en USA, y los afroamericanos, la primera. Hoy ya somos la primera. Imagino que, inmersa como estuvo en la comunidad afroamericana, permeó la rivalidad que existe con los latinos, dado que, el adjetivo peyorativo «grasiento» no es gratuito.

La fluida y entretenida prosa evidencian a una escritora, joven y sensual, disfrutando del surgimiento de cada capítulo. Disfrute que se transmite al lector desde la primera página. Y que, a su vez, invoca a una reflexión sobre la otredad, los etnocentrismos, los estereotipos, las generalizaciones. De ahí su aclamación entre los norteamericanos e ingleses más progresistas. La novela consta de casi seiscientas páginas, en un lapso de tres lustros, en el que Obizne crece emocionalmente con Ifemelu. Y luego se separan. Y luego se reencuentran.

Recomendable. 3.5/5.

martes, 8 de octubre de 2019

DE LAS OTRAS RAZONES POR LAS QUE UN POLITICO PERUANO DEBERÍA LEER A UMBERTO ECO


Algunos lectores coincidirán conmigo que, una de las mejores disputas literarias la tuvieron William de Baskerville y Jorge de Burgos, minutos antes que incendiaran, preterintencionalmente, la ubérrima biblioteca de una abadía benedictina (primera mitad del siglo XIV), cuyo nombre y ubicación, ya nadie recuerda. La afiebrada discusión versó sobre la risa, desde la perspectiva del segundo libro de La Poética de Aristóteles, sobre la comedia (obra perdida desde la Edad Media). Para Jorge de Burgos, la risa es peligrosa y blasfema: «si algún día alguien, esgrimiendo las palabras del Filósofo y hablando, por tanto, como filósofo, elevase el arte de la risa al rango de arma sutil, si la retórica de la convicción es reemplazada por la retórica de la irrisión, si la tópica de la construcción paciente y salvadora de las imágenes de la redención es reemplazada por la tópica de la destrucción impaciente y del desbarajuste de todas las imágenes más santas y venerables… ¡Oh, ese día también tú, William, y todo tu saber, quedaríais destruidos! (…) Pero si algún día, y ya no como excepción plebeya, sino como ascesis del docto, confiada al testimonio indestructible de la escritura, el arte de la irrisión llegara a ser aceptable, y pareciera noble, y liberal, y ya no mecánica, si algún día alguien pudiese decir (y ser escuchado): Me río de la Encarnación… Entonces no tendríamos armas para detener la blasfemia, porque apelaría a las fuerzas oscuras de la materia corporal, las que se afirman en el pedo y en el eructo, ¡y entonces el eructo y el pedo se arrogarían el derecho que es privilegio del espíritu, el derecho de soplar donde quiere!» (El nombre de la rosa, de Umberto Eco).


Este desprecio por la risa, la vemos ya, en la antigüedad greco-latina. El cómico ateniense Menandro en sus Monósticos sentencia que «risus abundat in ore stultorum» (la risa abunda en la boca de los idiotas). Y el poeta latino Cayo Catulo afirmará sobre la risa tonta: «risu inepto res ineptior nulla est». Pocos, tan sensibles como los poetas, para aprehender el poder devastador de la risa. Nuestro mayor poeta, César Vallejo, ya en París, le contó con profunda amargura a un compatriota que, cuando era maestro de primaria en el Colegio Guadalupe de Lima, le tocó cruzar el patio y cerca de él, murmuraban un grupo de profesores. Uno de ellos, mirándolo con desprecio, desde la otredad, le dijo a los otros: «ese cholo, dice que es poeta», reventando todos a carcajadas. Para luego, confesarle, con no menos amargura y dolor: «tú no sabes lo burlona que es la risa limeña». De ahí que, dijera antes de morir: «no volveré al Perú mientras le quede piedra sobre piedra». Esa risa, la burlona, puede acabarte como figura pública, para siempre.


Me valgo de todo este prolegómeno invocando a que nuestros políticos, por un mínimo instinto de conservación, se cuiden de sus zafias intervenciones. Si bien, la sátira y el libelo difamatorio se popularizaron luego de la imprenta de Gutenberg (siglo XV) y más tarde (siglo XIX) se hizo masiva con la prensa amarilla, estos son pigmeos cameruneses frente al Goliat que son los memes, que lo han desacralizado todo. Importa poco si están revestidos de verdad o posverdad (término acuñado en Oxford), su objetivo es corroer. Y vaya que si son más corrosivos que el ácido fluorhídrico. Recuerdo, por ejemplo, las imágenes del ex presidente Alberto Fujimori, moribundo en una cama, pidiendo por su indulto al ex presidente Antauro Humala. O las recientes, de la ex vicepresidente, Mercedes Araos, juramentando como presidenta. Y recuerdo luego, los terribles memes que inspiraron. Lo que se gestó, con la ingenua intención de generar lástima o dignidad, mutó en mares de la más burlona, ofensiva, cachosa, cáustica, escatológica, coprolálica y creativa inventiva popular. No sé si te puedas recuperar a eso. Ni el más hábil de los políticos peruanos de las últimas décadas, de reciente suicidio, pudo. Asi que, si no van a leer a Eco por las buenas razones, al menos háganlo para empezar a conocer, el lado oscuro de la risa. La vida es más que el ejercicio del poder, que más temprano que tarde, te pasa la factura.

sábado, 28 de septiembre de 2019

Matar un ruiseñor


La novela para octubre de mi Club de Lectura es la ganadora del premio Pulitzer: «Matar un ruiseñor», de Harper Lee, un clásico de la literatura norteamericana. Novela que denuncia la discriminación étnico-racial contra los afroamericanos (está ambientada en 1936), desde la visión de una niña sureña (Alabama) de diez años, tan blanca, anglosajona y protestante (WASP) como su autora. Novela que parte desde la otredad, pero que abonó un cambio ya no sólo de mentalidad sino de acciones concretas, en el corto plazo. La novela se publicó en 1960, ganó el Pulitzer en 1961, pasó al cine en 1962 ganando tres premios Oscar y en 1965 se otorgó el derecho a voto, en Estados Unidos, a los afroamericanos. Como bien saben, nada en política es casual, sino, causal.
Harper Lee fue, antes que escritora, una gran lectora, y no dudo que «Las aventuras de Huckleberry Finn» de Mark Twain y «Luz de agosto» de William Faulkner, hayan generado esa consciencia e indignación que sólo te puede generar la buena literatura. Y quiero creer, que Harper Lee inspiró también a Philip Roth a concebir «La mancha humana», de similar temática. En el Perú, Enrique López Albújar, con «Matalaché», satirizó estos execrables excesos.

Ahora bien, ¿son aún necesarias las distinciones biotípicas? ¿las cuotas de género y de etnicidad-racial? Entiendo que, en el pasado, la existencia de las castas aseguraba, por la razón y por la fuerza, los privilegios de clase. ¡Pero estamos en el siglo XXI! La experiencia empírica nos llevaría a creer que no. Y ahí radica el peligro. Primero, porque creer es un acto de fe, no una certeza. Y segundo, porque evaluamos a partir de nuestra posición de privilegio. Porque al pertenecer a la mayoría, la norma (de ahí viene la palabra «normal») nos ofrece los derechos y los privilegios conquistados por la sociedad civil… pero si eres minoría, no te toman en cuenta, y sí sufres la desigualdad de trato. Por eso he recomendado el reciente documental de Netflix «Hello, Privilege. It´s me, Chelsea», que, de forma tan cruda y valiente, denuncia una iniquidad tan impensable en el país que, según dice, defiende la democracia en todo el mundo. No les pido que lean a Lee, Faulkner, Roth o Twain (aunque deberían), pero el documental, véanlo, por caridad.
Mientras tanto, tarareo la letra de «Africanos en Madrid», de Amistades Peligrosas: «el pecado de ser ébano, sangre y marfil. Si miras bajo tu piel, hay un mismo corazón».

martes, 27 de agosto de 2019

EL ESPIA DEL INCA

Los franceses llaman «tour de force» a una proeza literaria. A una obra que, hace de su extensión, otro atributo de su inobjetable calidad. Por ejemplo, «Los Miserables», de Víctor Hugo, o «Guerra y Paz» de Lev Tolstoy. Este es también el caso de la primera novela del dramaturgo Rafael Dumett, que le tomó una década de paciente filigrana: El espía del Inca, sin duda alguna, la mejor novela peruana de los últimos años veinte años –en ello, hemos coincidido unánimemente todos los que la hemos leído-. Novela publicada el 2012 en formato digital por La Mula, y que luego de algunos rechazos, fuera impresa el 2018 bajo el sello de Lluvia Editores, del itinerante Esteban Quiroz, en una presentación bastante cuidada de 779 páginas (yo me hice de la segunda edición, de abril de 2019, pues ha generado gran demanda).


Dice en la contratapa: «El espía del Inca es una novela de espionaje sobre uno de los episodios más dramáticos de la conquista del Perú en el siglo XVI. Minuciosamente documentada, mantiene a lector pendiente de una acción trepidante. El relato está estructurado como la lectura de un gran quipu, el sistema de cuerdas y nudos considerado la escritura de los incas. Si bien el núcleo de la novela mantiene el suspenso en todo momento, la variedad de personajes –la mayoría reales- y la descripción de la vida y la sociedad inca despliegan un universo rico y deslumbrante pocas veces llevado a la ficción. No solo es una historia, tiene el sabor de la Historia».

Particularmente, me obligó a repasar en mi biblioteca, las crónicas de Cieza de León, Agustín de Zárate, Felipe Huamán Poma de Ayala, los Comentarios de Garcilaso de la Vega, los textos de María Rostworowski, José Antonio del Busto, Raúl Porras Barrenechea, entre otros, de aquel periodo, porque pareciera que Dummet lo ha leído todo sobre el siglo XVI en el naciente Perú, atizando la curiosidad mientras se avanza a fin de separar la ficción de la Historia. Otro de sus aciertos es la estructura polifónica, donde se entrecruzan varios narradores de diversas lenguas aborígenes, además del español hablado en el siglo de oro. Conviene advertir, en este punto, que no es un libro fácil, aunque con un gran poder de atracción. Yo no he podido estar tranquilo hasta terminarlo, y si bien, me parece que le sobran algunas páginas por su especificidad propia del ensayo científico, debo reconocer el gran mérito del autor por tremenda investigación, que acojona, de así de tanta. Conclusión: TREMENDAMENTE RECOMENDABLE.

viernes, 23 de agosto de 2019

ES ASI...

No obstante, los desencuentros de los poderes Ejecutivo con el Legislativo en el Perú, me llena de optimismo que, una publicación mía en LinkedIn, hace 14 horas, haya tenido más de 10,000 (diez mil) lectores, casi 90 reacciones y unas 26 opiniones. Opiniones justificadamente cerradas a ambos extremos, y también moderadas hacia una tercera vía. El tema es polémico, y sin embargo, cada quien ha esgrimido sus razones de manera inteligente y respetuosa.
Podría pensar, por un lado, que se debe al micro-clima: LinkedIn convoca a gran cantidad de posibles clientes, proveedores, empleadores; y nadie quiere aparecer como vulgar o irreflexivo (el efecto Dinamarca, lo llamaría mi amigo y ex profesor, Ricardo Alania, director del área académica del Factor Humano y de la división empresarial de posgrado de la UPC). Pero también podría ser que, fuera de la política tradicional, el peruano ha evolucionado, apartándose del criticón o el criticastro (típico de los congresistas, con 5% de aceptación), para ser más crítico (es decir, basado en la razón y la evidencia empírica).
Me gusta más la segunda opción, pero me parece que, aún prevalece la primera.

martes, 3 de octubre de 2017

Paul Auster, y su Invención de la Soledad



Empezar una novela, con una frase de Heráclito de Éfeso, El Oscuro, nos anticipa el hilo conductor de la historia. Este filósofo presocrático solía lamentarse de que la mayoría de la gente vivía relegada a su propio mundo, incapaz de ver el mundo real. La Invención de la Soledad es una novela de dos partes, publicada en 1982. La primera, titulada: Retrato de un hombre invisible, y la segunda: Libro de la Memoria. Trátese, pues, de una novela autobiográfica desarrollada luego de la muerte de su padre, Samuel Auster, en enero de 1979. Los verdaderos nombres no se disimulan. Aparecen como tales, su padre, Sam Auster, su hijo, Daniel Auster (de su primer matrimonio, con Lydia Davis), y claro, el narrador en primera persona en singular, Paul Auster. Es, también, un póstumo ajuste de cuentas. Ya nos lo había adelantado Enrique Jardiel Poncela: por severo que parezca un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre.

Auster necropsia las miserias de un cadáver que ya no se puede defender. Se remonta a un crimen que se mantuvo oculto –el parricidio de su abuela, Anna Auster, contra su abuelo, Harry Auster-, y la cuasi venganza de su tío abuelo, Sam, contra su abuela, Anna –intentó matarla-. Ciertamente, un hecho humanamente olvidable. Aunque este infeliz suceso, por lo atenuado, logró el veredicto absolutorio, a favor de la homicida. Esta sería la causa-raíz de la naturaleza solitaria, anodina, avara y hasta deleznable de su padre, Sam. La novela abunda en ejemplos, que le aseguran al autor, la complicidad del lector.

Khalil Gibran, ha dicho, en El Profeta: ¿Cómo podría habernos visto, sino desde una gran altura o una gran distancia? ¿Cómo se puede estar cerca de verdad, a menos que se esté lejos? Ha sido necesaria una mayor distancia, para exhumar el cuerpo de Sam Auster. Aunque debemos admitir, que esta revancha ha dado fecundos frutos. Baste recordar un fragmento de otra de sus obras, Twenty Days With Julian & Little Bunny, by Papa, donde afirma: En su modesta, inexpresiva forma, Hawthorne se las ingenió para lograr lo que cada padre sueña con hacer: mantener a su hijo vivo para siempre. Este reclamo frente al abandono –emocional- del padre, abonará su obra. En este sentido, hay que decir que, si alguien tiene muy mala prensa en la historia de la literatura, son precisamente los padres. Programados a su rol de proveedores del sustento familiar, de corregir sin formas, de defender el patrimonio –que, dicho sea de paso, viene del latín pater (padre)-, de tomar la armas y partir cuando la patria lo requería, la inteligencia emocional nunca fue parte del trato. Son rarísimos los casos, en la literatura, de padres amorosos. Se me ocurre, El olvido que seremos, de Héctor Abad, publicada el 2006, a la que no le auguro una larga vejez.

Ya casi al final, de la primera parte, concluye: Al principio pensé que sería un alivio aferrarme a estas cosas, que me recordarían a mi padre y me harían pensar en él durante el resto de mi vida. Pero por lo visto los objetos no son más que objetos. Ahora me he acostumbrado a verlos y he comenzado a pensar en ellos como si fueran míos. Miro la hora en su reloj, uso sus jerséis, conduzco su coche; pero todo ello no me brinda más que una falsa ilusión de intimidad, pues ya me he apropiado de todas estas cosas. Mi padre ya no está presente en ellas, ha vuelto a convertirse en un ser invisible. Y tarde o temprano las cosas se romperán o dejarán de funcionar y tendremos que tirarlas a la basura. Dudo que eso tenga la más mínima importancia. Es de justos mencionar, que con la parte de la herencia que le correspondió, pudo salir de sus apuros económicos. Quizá lo entendió luego de su divorcio. La familia que heredamos al nacer, será la que nos acompañará –o al menos estará ahí- mientras vivamos. El vínculo de la sangre es el más duradero. Pasar a segundo plano, y dejar el protagonismo a los hijos, no es inherente a la post concepción. Quien es padre, lo sabe.

lunes, 23 de enero de 2017

ROMANCE A LA MEXICANA

Siempre tuve –y aún mantengo- una gran fascinación por dos ciudades latinoamericanas y universales a la vez: Buenos Aires (BS AS) y la Ciudad de México (CDMX). A ambas creo conocerlas desde antes del vientre. Sin embargo, es desde mi adolescencia, la consciencia de mi predilección. Las conozco desde la literatura, la pintura, la historia, la política, la gastronomía y sus calles sin fin. Pero sobre todo, desde su gente: porteños y chilangos, respectivamente. Una tiene comienzo, la otra tiene origen (Martín Caparrós dixit). Y ha sido, durante los últimos días de noviembre de 2016, que estuve celebrando la vida por la Ciudad de México, el Estado de México, Puebla, Toluca, Morelos y Guerrero. Ha sido en la megalópolis mexica, de 22 millones de habitantes y 5.5 millones de vehículos –vaya que son un chingo, pero podrían ser más-, he vuelto a sabrosear sus variados tacos (al pastor, de carnitas, de mole, ranchero, de huitlacoche, de nopal, de escamoles, y paro de contar) en modestos puestecillos ambulantes y refinados restaurantes de Polanco, La Roma y La Condesa, acompañado, algunas veces, de una helada Negra Modelo. Escuchar y oír la música norteña con atisbos de narco-corrido en el conurbano, al emblemático mariachi navegando en los canales de Xochimilco, sentado en el Palacio de Bellas Artes (Ballet Folfklórico de México de Amalia Hernández), o a la usanza peripatética en la plaza Garibaldi, y por último, rancheras y rolas en el autorradio del generoso guía, Roberto Monroy Mandujano (romma8@gmail.com), que nos movilizó por los seis estados, en su Nissan Versa.

DÍA UNO.- Hospedados mi señora y yo en un departamento de la colonia Condesa (el barrio de las hermanas Font, en Los Detectives Salvajes, de Roberto Bolaño), delegación Cuauhtémoc, avenida Michoacán, elegimos desayunar omelette de huitlacoche y chilaquiles en sala verde con pollo, frijoles refritos, jocoque y huevos estrellados, en la Fonda Garufa (www.garufa.rest) de Fer, que tuvo la gentileza de platicarnos sobre su restaurante y su ciudad. ¡Para chuparse los dedos, por la Guadalupana! Repletos de sabor, partimos para la colonia Chapultepec Polanco. Parada principal: Museo Nacional de Antropología (ciento treinta pesos por tiquete, para extranjeros). Maravilloso y majestuoso recinto de arte precolombino. El mejor arte lítico de todo el continente americano. No sorprende que esté considerado entre los mejores museos del mundo. ¡Hay tanto por ver! Dignifica al mexicano, su origen, su identidad. Seguidamente, recorrido por el distinguido Polanco y su callecitas con aspecto señorial. El Beverly Hills mexicano. Impresiona la influencia de Carlos Slim, no solo por el Museo Somaya –impresiona su colección de Rodin-, sino por el cambio urbanístico –de industrial a residencial-. Como es día no laborable, la ciudad nos regala una calma que contradice su fama de caótica y congestionada. Abundan el verde, la sonrisa fácil, el gesto amable, las ganas de más. Ahora, al mero centro. No es tarea fácil conseguir estacionamiento cerca al Zócalo. Contrariamente a lo que hubiera imaginado, no abundan las construcciones virreinales, sino más bien, de tiempo republicano. Bellísimas fachadas recubiertas de tezontle, piedra volcánica rojiza de distinguible personalidad. Merecen un tiempo la Catedral Metropolitana, el Palacio Nacional y los murales de Diego Rivera, el antiguo Colegio de San Ildefonso, en fin. Recorrer Reforma e Insurgentes evidencia la vocación imperial (anterior a Maximiliano) de sus padres fundadores. México se hizo para ser grande. Cena en Azul Condesa (www.azul.rest). Independientemente del esmerado y muy profesional servicio, y de la sabrosa comida tradicional, respetuosa del insumo y la historia, el chocolate caliente con chile ancho fue uno de esos descubrimientos, que por un segundo, te equiparan a Rodrigo de Triana gritando «tierra, tierra». Conviene mencionar que la comida mexicana es la única que ostenta la condición de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, otorgado por la UNESCO en 2010. Sobran los motivos.

DÍA DOS.- Desayuno en la Fonda Garufa. Vuelvo a ser feliz. Huevos benedictinos. Café refill. Aromáticos panes recién horneados. La mesera, Lupita (¡mira, qué casualidad!), nos reconoce y nos aproxima a esa enciclopedia de cemento que es CDMX. Destino: Zona Arqueológica de Teotihuacán (tiquete de cincuenta y cinco pesos). Majestuoso. Lo primero que provoca es alcanzar la cima de la Pirámide del Sol. Roberto, nuestro guía, nos espera desde la sima. Por favor, no me pregunten qué es mejor, Teotihuacán o Machu Picchu. Ambas tienen su particular encanto. La Calzada de los Muertos nos conduce hacia la Pirámide de la Luna. Mi favorita, la Pirámide de la Serpiente Emplumada. Eso sí, hay que caminar. Urgidos de cambiar dólares a pesos, nos detuvimos en un bar restaurante a las afueras de las ruinas, que ofrecía como botana sopes de escamoles (larvas de hormiga gigante con mantequilla). Costosos, pero imposibles de rechazar. También conocidos como el caviar de los aztecas. No podían faltar los tacos de nopal y carne ranchera. Chile habanero con precaución. Agua de horchata. Por la tarde, recorrido por el Tepeyac del famoso Juan Diego –ahora santo- y la Basílica Catedral de la Virgen de Guadalupe. Asombra el fervor hacia la imagen santa, venerable, apócrifa, morena. La religiosidad de su interior me transporta a la gran mezquita turca, Hagia Sophia, precisamente. Su diseño modernista rompe con la tradición virreinal de naves, altares, retablos, columnas. Cena franciscana de sopa de tortillas. No debería claudicar, pero unos tacos al pastor, a escasos metros de nuestro hospedaje, me arrastran de la nariz, derrotando mi débil determinación de no comer mucho de noche.

DÍA TRES.- Adversos al riesgo, regresamos a desayunar a la Fonda Garufa. Quesadillas de portobello y queso panela. Por pura gula, fajitas de arrachera. Café y jugo de naranja. Aprovechando que es aún de madrugada, recorremos las zonas pudientes, y vuelvo a admirar y a rendirme ante las líneas, claroscuros y vanguardia de los diseños arquitectónicos de Luis Barragán y Juan O´Gorman. Ya camino al Estado de México, por modernas autopistas, regresan a mi memoria, en desorden, párrafos de Sor Juana Inés de la Cruz, Andrés Fernández de Andrada, Octavio Paz, Sergio Pitol, Carlitos Monsivais, Elena Poniatowska, Laura Esquivel, Enrique Krauze, Carlos Fuentes, Juan Villoro, entre otros. Sí, la cultura me hace un poquito mexicano. ¡Qué más quisiera yo!, como dijera Antonio Machado. Destino: Ejido San Mateo Almolda, Municipio de Temascaltepec. Santuario de la Mariposa Monarca Piedra Herrada. Ochenta por ciento del camino a caballo, veinte por ciento a pie, subiendo una empinada y boscosa colina. Cansa y no poco. Una vez arriba, una extraña paz. Y miles y miles de mariposas naranja y negro, que siguen llegando del norte. Silencio, no las vayas a asustar. «Quítale el flash a tu cámara», me advierte Alena. Recién camino aquí, se evidencia la lucha contra el narco. Convoyes de militares, encapuchados algunos, vigilan las vías interestatales. La placa vehicular de guía turístico nos evita revisiones. Al medio de un pueblecito, un puesto de tacos. La tentación es extrema. Sabor local. Picor regional. Satisfacción general. No queda espacio ni para un grano de arroz. Cerveza Tecate en lata. Caminata por las calles de Condesa y a dormir se ha dicho.

DÍA CUATRO.- Pues sí, desayuno en Fonda Garufa. Destino: Puebla, aunque hemos de apurarnos. Para la noche, compramos por adelantado dos boletos para el Ballet Folklórico de México en el Palacio de Bellas Artes (el edificio más lindo del país). Camino a Puebla, Roberto, finalmente, se anima a conversar sobre política mexicana, y entre broma y broma, surge el albur chilango (¡Ay, buey!). Es impresionante, al lado derecho de la autopista, la planta de Volkswagen. Empezamos el tour en la Pirámide de Cholula en San Andrés. Museo de sitio y recorrido desde el interior. Saliendo, su contorno parcialmente recuperado. Al costado, un manicomio. Subir hasta la pequeña iglesia de Nuestra Señora de los Remedios no es poca cosa, pero la vista a los volcanes bien lo vale. Bajando, puesto de chapulines (grillos) tostados de varios sabores. Pruebo varios de ellos. Con una vez en la vida, basta y sobra. Ya en el centro histórico de la ciudad, la recorremos a pie. Me encandilan sus calles provincianas. Su catedral, barroca y exquisita, es muy hermosa. Aunque agnóstico, no tendrían ningún reparo en volver todos los domingos. Aprovechamos la soleada mañana para tomar el Turibús (sesenta y cinco pesos por persona) y recorrer, desde su segundo piso, las principales construcciones y parques de la ciudad. Para almorzar, nos recomiendan El Mural de los Poblanos. Prometen un viaje sensorial a la Puebla de antaño, y lo logran. El mole es superado por el mole. Luego de los piqueos (botana), nos ofrecen la degustación de moles: poblano, de pipián verde y rojo, manchamanteles, abodo, entre otros. Las tortillas de maíz son la guarnición perfecta. Adicionalmente, me animo por el platillo de temporada, huaxmole de caderas y espinazo. Todo muy rico, pero nada económico. No obstante, que el mesero te llame «joven», como que ablanda la bolsa. Priceless, le dicen los gringos. Regresamos a las dieciocho horas al departamento, y mudamos de ropa nos toma lo que dura una canción. La función empieza a las siete y media en punto. Estamos relativamente cerca, pero el taxi llega a la Alameda Central en hora con veinticinco minutos. El tráfico es imposible. Bajamos frente al Hemiciclo Benito Juárez y corremos al Palacio de Bellas Artes. ¡Llegamos sudados y sin aliento! Estupendo espectáculo, un recorrido por la música popular mexicana. «Del encanto a la perfección», sumilla el Tribune de Lausanne en el díptico. De retorno, un taxista encantador, añoso y memorioso.

DÍA CINCO.- Morelos y Guerrero. Aun tomando el periférico y las vías de paga (con peaje), el tráfico es abrumador. Y la ciudad, en plena efervescencia, parece que no tuviera límites. A sugerencia de Roberto, nos animamos por unas tortas con tamal y café de olla, en un puesto ambulante, rodeado de taxistas. Memorable. Ya a las afueras, los bosques de pinos me recuerdan mi antiguo hogar, California. Saudade de California. Llegados a Cuernavaca, nos dirigimos al Museo Regional Cuauhnáhuac, o más conocido como el Palacio de Hernán Cortez. Su museo narra, sumarísimamente, la historia de México. Rematan la visita los murales de Diego Rivera. Damos unas vueltas a pie y nos trasladamos a Guerrero. Parece otro país. Ranchos, adobe, mulas, guaraches, pobreza. Nos advierten que no se nos haga muy tarde. Es peligroso cuando oscurece. Respetando los límites de velocidad, nos recibe Taxco de Alarcón, la ciudad de la plata y de las callecitas angostas y medievales. Subir al mirador en un VW escarabajo es toda una aventura. Caminar por sus empinadas callecitas, pegados a la pared, es otra aventura. Almorzamos fajitas en un restaurante con vista a la Parroquia de Santa Prisca y San Sebastián. Churrigueresca en extremo. Me apena volver. Taxco tiene ese raro poder de quedarse con un pedazo de ti. O si quieres, de sellar tu memoria. Cena en Condesa. Vino blanco, por favor, que estoy a punto de cumplir cuarenta y dos años.

DÍA SEIS.- Luego de convencer a Alena que no le cuente a nadie que cumplo años, empezamos el día en los canales de Xochimilco. Rentamos un bote para los dos, y nos entregamos al placer de ver a los locales, festejando en sendos botes, sus respectivos acontecimientos. Los mariachis, ora de negro, ora de blanco, no pueden faltar. Tampoco el tequila o el pulque, que es la celebración del pueblo. Finaliza el paseo con unos tacos de suadero y agua de Jamaica. Siguiente parada, los museos de Frida Khalo y León Trotsky en Coyoacán. Aunque prescindibles, ayudan a entender la obra de vida y pasiones de Frida Khalo. Lo mismo el Museo Casa Estudio Diego  Rivera (diseño funcionalista de Juan O´Gorman), en San Angel Inn. El barrio es precioso. Hace hambre y nos enrumbamos al Zócalo. Destino: Restaurante Café de Tacuba. Repleto de gente, que come al son de una entusiasta y bailarina tuna. Nuevamente, recorrido por el centro histórico, para terminar en el Mercado de Artesanías “Ciudadela”. Variedad y muy buenos precios. Acabadas las compras, el cuerpo languidece. Sabe que tiene que volver. Y sabe, en el fondo, que ha de volver. ¡Qué más quisiera yo!


POST SCRIPTUM: Este post va dedicado a mis amigos mexicanos, que por razones de tiempo, no pude visitar. Algunos no me lo han perdonado, y lo entiendo. Amo a México, y me debía este tiempo para los dos, sin intermitencias. Espero, me sepan comprender.