domingo, 14 de septiembre de 2014

Vamos a Mistura 2014

 

128_060e2Vale la pena ir a Mistura. Quizá tendría que finalizar así este post, pero ahorrémosle tiempo a quien, indeciso de su visita, busca en la experiencia de los demás, argumentos para animarse o no. En mi caso, vivir a pocos metros del Malecón Bertolotto, en San Miguel, casi-casi obliga. Veinte minutos de caminata es lo que me distancia de esta Feria Internacional de la Gastronomía Peruana. Veinticinco soles, el valor de la entrada, es justo una vez adentro. Otros veinte soles por el estacionamiento, ya no tanto. Y los taxistas, aprovechados, casi doblan la tarifa regular para traerte aquí. ¿El tráfico vehicular? Jodido como siempre. Lo sé, hasta aquí no suena muy tentador.

mistura-feria-gastronomica-de-peru-chancho-paloCaminando por la Costa Verde, de la mano de Alyona, me entristece ver un bulevar recién estrenado bastante descuidado. Jardines secos. Maderos resecos. Concreto sofocante. Y un puente peatonal que luego de un año, siguen aún en construcción. Entiendo la consciencia social de la alcaldesa Susana Villarán y su preocupación por el desempleo, pero obras sine die no son precisamente la mejor solución. Felizmente, una vez dentro, te atrapan los olores de una ancestral predilección. Ardientes leños o crepitantes carbones, humedecidos periódicamente por gotas de grasa, manteca o pella; es el grito de la jungla más potente que en el mundo ha sido. Alpacas, cerdos, corderos, reses, pollos, sacrificados en honor a la Diosa Hestia. Así también, largas colas humanas rinden homenaje a clásicos locales: El Rincón que no Conoces y su maestría con el frejol. El Chinito, y sus alabados sánguches de pavo y chicharrón. Grimanesa y sus corazones adobados que no te da pena morder y deglutir. Boleterías en todos los puntos cardinales intercambian divertidos cupones de uno, cinco, trece soles, por dinero efectivo o tarjeta de crédito o débito. Sólo las bebidas –alcohólicas o no- y el Gran Mercado admiten dinero de verdad. Por si las dudas, nos aseguramos con cupones por el valor de ciento cincuenta soles. Sí, en la Biblia hebrea eso se llama gula. En el Perú le decimos «porsiaca».

10626671_10152629977268592_3701941585108154344_nRamen tradicional y una suerte de pizza japonesa –de cuyo nombre no me acuerdo- en el stand de Makoto: cumplidor. / Cordero y alpaca al palo con papa y oca en Gonzalete el asador (receta characata): sorprendido con el cordero. El mejor que he comido en el Perú; muy a la altura del que se come en Argentina o Uruguay. / Anticuchos de corazón en Pascuala. Más de treinta años mejorando una misma receta: Jugosos-jugosos. / Los anticuchos de alpaca, donde Antojitos Toccto, me dejan algo insatisfecho. / Una suerte de «salchipapas» consistente en corazones de pollo flambeados con papas nativas deep fried termina por llenar mi ya lleno estómago. Cumplidor pero nada más. / Una obligatoria vuelta por el Mundo del Pan reafirma mi preferencia por el serrano pan de anís. Rico. / Apuro el paso y me interno en el Gran Mercado. Cajamarca me sorprende con su queso de tres leches (vaca, oveja y cabra), su mantequilla artesanal y su queso con orégano. Su jamón del norte no me ilusiona, más bien, me vuelve a tierra. No obstante, la variedad, el orgullo legítimo y la cortesía de los productores agrícolas venidos de todo el país me recuerda lo afortunado que soy de haber nacido en el Perú. ¡Viva el Perú, carajo! / Tengo antojo de postre y un buen café: la Cafetería Arábica se lleva muy por delante a toda su competencia. Un expreso extraordinariamente tratado por una reluciente cafetera La Marzocco y una breve charla sobre café arábica, robusta y liberiano con las risueñas vendedoras me vuelva a abrir el apetito. Qué buen café. / Me rindo a la nostalgia por la época escolar y pido un rico sango en Dulce Perú. / Avanzo y me topo con las joyas de la corona de la feria: Roselen, Xocolatl y Pacari. Finos ebanistas del cacao. Merecido título de Chocolatier. Sus precios justifican llenar la bolsa con sus varias presentaciones. Hay que celebrarlo. / Me acerco a la zona de vinos y pregunto en el stand de Tacama por su famoso tannat, Don Manuel. La vendedora me dice que Tacama no produce tannat. Le respondo que se equivoca, y me replica que soy yo el equivocado, pues lleva años vendiendo vinos Tacama y que no tienen tannat y que Don Manuel no le suena. Sorprendido voy al stand de Queirolo y pregunto por el Intipalca Número 1. Ninguno me da razón. Me miran con cara de extrañeza. Al final, el más joven y pendejerete me dice que ya se acabó… sí, claro, ¿cómo no? ¿Me cuentas otra de vaqueros?

Mistura_2013_feriaA pesar de los esfuerzos y las buenas intenciones, Mistura en su séptima edición (2014) no es todavía lo que pretende ser. En términos internacionales, quiero decir. Me explico. / Es verdad que la mayoría de concurrentes no va a comprar vinos de alta gama. Pero los extranjeros sí pueden apreciar que ya estamos haciendo vinos de clase mundial (¿Qué les pasó a los de Tacama y Queirolo? ¿Nos conformamos con el pisco sour?). / Es verdad que la mayoría de los concurrentes no distingue un expresso italiano de un instantáneo marca Nescafé o Kirma. Pero los viajeros con vocación de foodies sí. Podemos tener el Tunki y el Uchuñari, pero una buena cafetera hace siempre la diferencia. Y por favor, no permitan que le echen azúcar a las muestras. No va. / Es verdad que la mayoría de concurrentes no habla más de un idioma. Pero si pensamos en internacionalización, los paneles informativos, por lo menos, deberían estar en tres idiomas (además del quechua). Español, inglés y chino mandarín, por ejemplo. No esperemos a que la mitad más uno de los concurrentes sea extranjero para justificarlo. De hecho, quizá eso nunca suceda. Y por lo que más quieran, no copiemos esa horrible costumbre chilena de creernos lo mejor del mundo. Nuestra comida es rica, pero no es «la mejor del mundo». Estamos de acuerdo, señores de Apega, es gastronómica y no cumbre de la ONU. Pero antes de eso, es feria… y de todos.

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