miércoles, 20 de agosto de 2014

Discrepando con Marco Aurelio Denegri

 

base_imageEl último 18 de agosto, don Marco Aurelio Denegri, en su columna semanal del diario El Comercio, publicó un artículo que intitulara como La capacidad de amar. En él, concluye que en la mayor parte de las personas (por supuesto, él se excluye, por considerarse, en palabras del poeta Guillén, parte de la inmensa minoría), la capacidad de amar es, en el mejor de los casos, una semicapacidad, y en el peor de los casos, una capacidad insignificante, o sea pequeña y despreciable (sic). Amparado en el pensamiento del filósofo madrileño Ortega y Gasset (1883-1955), agrega que enamorarse es un talento maravilloso de unos cuantos seres humanos, como el don de hacer versos, como el espíritu de sacrificio, como la inspiración melódica. Entonces, el amor es directamente proporcional al desarrollo integral de la persona. Y finaliza, jugando con una frase de Publio Terencio (S. II a.C.), que dice así: uno ama, no lo que quiere, sino lo que puede, y cuando puede, y como puede.

p88Antes del surgimiento de la neurociencia (recién en 1969 se forma en los Estados Unidos de Norteamérica la Society for Neuroscience), podríamos haber estado de acuerdo. Pero hoy, ya no. Y me sorprende que un divulgador tan añoso, reconocido y cultivado como él –además de sexólogo-, sea víctima de su humana vanidad y de su falta de rigor científico –ya el Eclesiastés nos previene que vanitas vanitatum omnia vanitas-. Oiga, señor Denegri, por si no se ha dado cuenta, no nos estamos refiriendo a la alta cultura, que por definición es exclusiva y excluyente, y a la que el vulgo –felizmente- hace poco caso. No, no, no. Estamos hablando de aquella capacidad que nos aleja de lo animal y nos acerca a lo humano, y a veces, no pocas, del caníbal que creímos dejar cenando en una cueva con el Cro-Magnon. El que ama posee, consume, devora. Y todos, sí, todos (salvo que nazcamos con alguna tara mental aún no tratada) somos capaces de amar, lo que no tiene que ser, necesariamente, correspondido. Y antes que a Terencio, yo habría citado a Tito Lucrecio (S. I a.C.), que en De rerum natura afirma con tanta razón: «Venus engaña a los amantes con simulacros, y la vista de un cuerpo no les da hartura, y nada pueden desprender o guardar; aunque las manos indecisas y mutuas recorran todo el cuerpo. Al fin, cuando en los cuerpos hay presagio de dichas y Venus está a punto de sembrar los campos de la mujer, los amantes se aprietan con ansiedad, diente amoroso contra diente; del todo en vano, ya que no alcanzan a perderse en el otro ni a ser un mismo ser».

shiva-parvati-PH46_lLo que los neurocientíficos han demostrado con diversas estadísticas y pruebas de laboratorio, ayudados con modernos scanner y resonancias magnéticas que leen la actividad cerebral, es que el estado de enamoramiento (sólo puede estar enamorado quien es capaz de amar) es una sensación mental, consustancial a la naturaleza humana, que produce diferentes efectos sobre nuestro cuerpo, es decir, genera sustancias como la setonina, la neradrenalina y la dopamina. Pues sí, al final todo se resume a la química. Si bien es cierto que cada sociedad y tiempo tiene una manera diferente de manifestar el amor, lo que es un hecho demostrado es que en todos los casos se dan descargas neuronales y hormonales que conducen a una pasión amorosa capaz de descontrolar nuestras vidas, por lo tanto, nada tiene que ver el mayor o menor desarrollo personal. Amar no son formas, estimado Marco Aurelio, es fondo –y vaya que sí-. Dicho de otro modo, el cerebro activa una zona que produce las hormonas dopamina y oxitocina, relacionadas con el apego, el establecimiento de emociones o el orgasmo, que hace que nos inclinemos hacia la persona amada. Siendo así, el deseo sexual es una reacción instintiva ante en estímulo, en cambio el amor es una elaboración consciente determinada por mucho factores, entre ellos las emociones. Es una experiencia consciente más elaborada. Lo que sí hace la cultura, o el desarrollo personal, es ennoblecerla, adornarla, elevarla. Como con la pornografía y el erotismo. En el fondo es sexo, pero las formas pueden ir de la mera gimnasia al éxtasis tántrico. ¡Y no va ser!

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