miércoles, 18 de junio de 2014

Kobe en Lima, placer en la Tierra

 

IMG_2710Asumir un postura tolerante implica aceptar la validez de nuestros paradigmas, así como los de los otros. Equivocarse es privilegio de los hombres, no de los dioses. En defensa de ello, se le atribuyó a Voltaire la preciosa frase: «No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo» (serios estudios han concluido que dicha frase no se encuentra en su obra escrita. En todo caso, aparece por primera vez en el libro The Friends of Voltaire de Evelyn Beatrice Hall –usaba el seudónimo de S. G. Tallentyre-, quien trató de este modo resumir la posición tolerante de Voltaire). Y hoy más que nunca, podría afirmar que no comparto la vocación alimenticia de los vegetarianos, pero bien podría defender su derecho a despreciar la carne, aunque no sé si hasta la muerte, y es que Ella, ciertamente, me alcanzará antes.

Kobe_BeefSuscribo lo dicho, porque hoy, por mera casualidad, he sucumbido al placer de una de las carnes más célebres que en el mundo han sido: la carne de ternera Kobe. Para ser más preciso, una generosa entraña de 350 gramos de la raza negra Tajima-ushi de vacuno Wagyu, consentidas reses criadas de acuerdo a la estricta tradición japonesa de la Prefectura de Hyogo (beben cerveza, son masajeadas con sake y escuchan música clásica la mayor parte del día), aunque luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando se empezó a «masificar» su consumo, se extendió su crianza a algunas zonas ganaderas de Estados Unidos y Australia. Esta carne suele considerarse una costosa delicia (en el Perú se consigue por 500 soles el kilo), justificándose el precio por su gran sabor y agradecida textura marmórea. La ordené término medio (Medium), y cada bocado fue una explosión de sabor. La grasa, integrada a la oscura y suave carne, convenientemente derretida por el calor, es una mantequilla que potencia el ya intenso sabor de la carne. Incluso midiéndola con el dry aged Angus T-bone steak que me pidiera en Manhattan –y que aún recuerdo-, el jugosísimo bife de chorizo en un elegante restaurante de Puerto Madero, o la esmerada picanha en la mejor churrasquería de Porto Alegre, la Kobe los supera. Es riquísima.

solomillo-buey-wagyu-kobe-origen-australia-6509362z1Quizá, también por casualidad, la ocasión lo ameritaba. Mi hermano Josemaría está por cumplir 38 años, este 29 de junio, y hace buen rato que lo quería invitar a almorzar. Y por otro lado, el primero de julio empiezo como Jefe de Ventas Corporativas y al Sector Público para las marcas Toyota y Hino, del Grupo Pana. Luego de un proceso de selección que se alargó por un mes, convocado por el Grupo Tawa, y dirigido por la head hunter Ljubicsa Vlasic, terminé siendo yo el elegido. Dejó luego de cinco años y medio SINOMAQ, la empresa que me dio tanto como también le di, en todos los aspectos. El destino quiso que ambas fechas me animaran a aterrizar en un Steak house, hacer una rápida elección y mientras cerraba la carta, en la contratapa, ver el anuncio de tan icónica carne. Raudamente interrogué al mesero, y ni corto ni perezoso, hice caso omiso al precio –que incluso promocional, es alto- y entregué mis cinco sentidos al que debería ser el placer preferido del Diablo, el de la carne. Reivindico pues, a los carnívoros del mundo: Bienaventurados los que comen carne, pues de ellos, será el Reino de la Tierra y del Cielo. Amén… mejor dicho, buen provecho.

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