La magia, luego el arte, luego la religión y luego la ciencia, han sido y siguen siendo, los canales por los que el ser humano le da respuesta a las grandes interrogantes de la vida, y a las más pequeñas, también. Es tan así, que un solo hecho puede involucrar las cuatro. Por ejemplo, una depresión puede deberse a un acto de brujería, o a la falta de inspiración, o a un pecado capital o a un desbalance químico en el cerebro. Y sus circunstancias, son susceptibles de igual ejercicio una y otra vez. Por lo tanto, cuando determinada sociedad discute (del latín discutĕre, disipar, resolver) sobre un tema trascendente, su solución bien puede ser mágica, artística, religiosa y/o científica, aunque cueste creerlo. Y antropológicamente, quizá todas tengan una misma validez aunque no una misma vigencia.
En el Perú se ha renovado el debate sobre el Proyecto de Ley N° 2647/2013-CR, que establece la unión civil no matrimonial para las personas del mismo sexo, es decir, el grupo poblacional LGBTI (léase, lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex). Esta iniciativa legislativa fue presentada por el congresista Carlos Bruce -homosexual confeso- con la finalidad de «establecer los derechos y deberes, de carácter patrimonial y no patrimonial, derivados de la unión voluntaria de dos personas del mismo sexo. De esta forma, se plantea regular aspectos no contemplados en la legislación nacional, como el derecho a tomar decisiones ante situaciones de emergencia en la salud; la visita al compañero o compañera civil en un hospital, centro médico o cualquier establecimiento de salud; acceso a la seguridad social, a los alimentos, a recibir protección contra la violencia familiar y otros beneficios de promoción social que pueda brindar el Estado». (Fuente: Defensoría del Pueblo).
Esta reivindicación social también se sostiene en una declaración del Comité de Derechos Humanos de la ONU, que en su último informe periódico ha instado al Estado Peruano a «establecer clara y oficialmente que no tolera ninguna forma de estigmatización social de la homosexualidad, la bisexualidad o transexualidad, o la discriminación o la violencia contra personas por su orientación sexual o identidad de género». Igualmente señala que nuestro país «debería modificar su legislación con el fin de prohibir la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género». El Perú se ubica en el puesto 113º de 138 países evaluados en torno al reconocimiento y garantía de los derechos de esta población. Ello refleja que las personas LGTBI sufren una situación compleja en la que son discriminados de modo cotidiano y sobre dicha discriminación existe una aceptación social que no deberíamos permitir que se siga manteniendo. Como lo ha señalado el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, la cultura y la tradición jamás pueden ser utilizadas para negar derechos a nadie. O sea, por lo legal, todo bien.
Habría que asegurarle a los más ortodoxos que no se trata de «normalizar» la homosexualidad o su modus operandi. Cada quien tiene derecho a hacer con el orto lo que le plazca; obviamente, asumiendo las consecuencias. Tampoco se trata de volverla una práctica moral, o incluso ética. Simple y llanamente, se trata de reconocer un derecho civil, real, patrimonial. Una reivindicación justa, en términos aristotélicos, sobre la que subyace la amenaza de que hoy sea esto y mañana el matrimonio, la adopción y consecuentemente, el Armagedón apocalíptico. Entonces, sí tiene que ver con la religión (el cardenal ha pedido un referéndum, a sabiendas de que un 65% de la población está en contra). Y sí tiene que ver con la magia (he oído a más de un chamán que ofrece curar la homosexualidad). La democracia es el respeto de las mayorías por las minorías. Y ser heterosexual como la gran mayoría no me da derecho a negar el derecho de otros. Más aún, si se nace homosexual. Que lo descubran en la adolescencia o lo acepten en la adultez no lo cambia, viene de fábrica. Te gustan o no te gustan los de tu mismo sexo. Una gran amiga mía, astróloga y maestra reiki, me confesó que cuando lee la carta astral de sus clientes, aparece claramente en su nacimiento la orientación sexual futura. Y cuando se los comenta, siempre acierta. «Se nace gay», afirma. Aunque quede clara mi posición liberal, apoyémonos de la ciencia para formarnos un juicio y colectivamente, reivindiquemos lo que se tenga que reivindicar. Porque de eso se trata: reivindicación (del latín res, rei, cosa, interés, hacienda, y vindicāre, reclamar), o lo que es lo mismo, reclamar o recuperar alguien lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece (RAE en su cuarta acepción).
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