miércoles, 19 de junio de 2013

El poder es un fetiche

 

papamovilIngeniosa frase de mi profesor de Ciencias Políticas, Jorge Tupiño Elguera, con la que pretendía justificar las ansias de poder de todo aquel que lo probara. Pactum diabolicum de insospechadas consecuencias, que hoy, más que ayer, tiene arrinconados a todos –sí, todos- los peruanos con alguna posibilidad de postular a la Presidencia de la República. Y no precisamente por temas de corrupción, que han reventado como popcorn allá en la Madre Patria, sino por ese exceso de vanidad que nos hace creer imprescindibles, insuperables, insustituibles. Vanitas vanitatum et onmia vanitas, sentenciará el Eclesiastés. Aunque yo no descartaría la afirmación de Aldoux Huxley: «los imbéciles se alzan hasta el poder por elecciones porque están dotados de algún talento de carácter demagógico o, muy frecuentemente, porque a algunos intereses poderosos les conviene tener un imbécil en funciones».

cincinatoDe ahí que sorprenda y sea recordado como paradigma el ejemplo del buen Lucio Quincio Cincinato (en su honor, se bautizó como Cincinnati, la ciudad ubicada en Ohio), quien por la amenaza de una invasión euca a Roma (458 a. C.), fue nombrado por el Senado como Dictador por el plazo de seis meses, con poderes absolutos, pero que, al cabo de cumplir con su misión, mucho antes del término de su mandato, prefirió volver a la tranquilidad de su huerto, y al control de su arado. Tenía clara la certeza de la muerte, a la que se llega con o sin poder.

imagesLo mismo vemos en las organizaciones privadas, cobrando tanta actualidad lo dicho por Pítaco de Milene, «si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder». Y vaya que lo he visto. Gente sumisa, con aparente buena actitud, ni bien ascendía a alguna supervisión, coordinación o jefatura, se convertía en el peor tirano de sus colaboradores. Ah, la vanidad. Qué fácil se pasa del escuchar al oír. Claro, cuando me convenía, te escuchaba con atención. Ahora, que eres mi subordinado, tienes que competir con el zumbido del mosquito, a ver quien supera al otro en elocuencia. ¿Te ha pasado? Y en el colmo de la ceguera, escuchas a los accionistas comentar, tan seguros ellos: tiene carácter, tiene don de mando. Ergo, es un líder. Pues fíjate que no. Liderar es transmitir una visión, convencer, motivar, y liderar el cambio. Liderar es más que hacer. Es lograr que las cosas de los demás, pasen. Es conseguir se que le siga, no porque el puesto dependa de ello, sino, porque nos contagia la certeza de poder superarnos a nosotros mismos. No hay que ir muy lejos para entender la alta mortandad de empresas en el Perú. Casi el 80% no llega al primer año. No solo es precio, plaza y publicidad. Es la gente, que no necesariamente, es gente.

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