lunes, 21 de enero de 2013

Casado y con peces

 

thEl último unicornio (The Last Unicorn / Das Letzte Einhorm) es el título de la novela infantil del escritor norteamericano Peter S. Beagle. Linda novela, dicho sea de paso, que dio lugar a la epónima película de dibujos animados, con banda sonora del grupo América. Ya ni recuerdo las veces que la he visto y es tan sencillo acceder a ella como buscarla en Youtube. De sus muchos diálogos, de inusitada profundidad algunos, hay uno entre la bella mujer/unicornio y el ceniciento rey Haggard que recuerdo con mayor nitidez. Mientras, mirando al mar desde el balcón del castillo, el rey le cuenta la historia de la desaparición de los unicornios -víctimas de su capricho, con la complicidad de poderoso Toro rojo-, le confiesa: «Cada vez que veo a los unicornios, mis unicornios, es como esa mañana en el bosque, y vuelvo a ser joven, a pesar de mí». Y más adelante, continúa: «Me gusta mirarlos. Me llena de alegría. La primera vez que lo sentí pensé que iba a morir». Su humana crueldad lo llevó a aprisionar a todos los unicornios en el mar que baña su costa, para que él, y solo él, pudiera solazarse con el espectáculo de su movimiento en altamar.

koi-KoiPienso que quienes tenemos un acuario en casa, somos de alguna forma el rey Haggard. Llevo más de veinte años criando peces de acuario; primero fue una pequeña pecera de escasos litros, que junto a mis hermanos, en casa, poco a poco íbamos implementando con filtros de diferente dimensión, difusora de aire, castillo de piedra pómez, calentador, piedras, plantas, adornos plásticos y así; hasta la poza con caída de agua, de unos doce galones de capacidad, con plantas flotantes incluidas, que hoy adorna mi terraza y le da la bienvenida a mis visitantes. Luego de intentar con un sinnúmero de especies ornamentales, he optado por una de las más fuertes y coloridas, las carpas koi (Cyprinus carpio). Originarias de China, el virtuosismo japonés logró la especie kohaku, que es la favorita en los tatuajes y jarrones. Yo en casa tengo algunas hikari muji, pero no pierdo las esperanzas de encontrar una blanqui-roja kohaku para llevarla a casa. Se cuenta que en Japón, un coleccionista llegó a pagar varios miles de euros por una koi que imitaba a la bandera nipona, un fondo blanco con un sol naciente rojizo. Caprichos de la naturaleza y del bolsillo de los millonarios. Son varias las variedades, y muchos los colores. Las más abundantes son las naranjas y doradas con negro. Felizmente en Lima, cada vez son más los parques con pozas en donde habitan especímenes de sus varias especies.

tumblr_m44uobXpFa1ru0oxko1_500Y somos como el rey Haggard porque encontramos en la contemplación de nuestros peces una placentera alegría, y por qué no decirlo, una suerte de antesala a la felicidad –citando al buen Eduard Punset-. En las clases de meditación, muchos no llegan a concentrarse por no poder fijar su atención en un punto referente. En la contemplación a los peces, es mucho más sencillo, y la paz espiritual, casi zen, llega bien pronto. Luego de alimentarlos, puedo pasar mucho tiempo de pie, contemplándolos. Claro que dentro de una pecera, la imagen es frontal, pero un estanque, por pequeño que sea, imita la vida natural, el hábitat, y se nota que los peces lo agradecen. Yo también. Y no hay forma de describir el contento que produce meter tu dedo y que los más pequeños naden raudos hacia él y lo besen una, diez y tantas veces. Imagino que las terapias con el psicólogo tienen su gracia, pero si de ejercitar la calma se trata, hacerse de una poza en casa y criar peces es una estupenda opción. Además, te hace responsable de sus vidas. Te crea un hábito, de limpieza, alimentación, cuidado y observancia. Luego del conocimiento vendrá el respeto, y luego-luego, el cariño, que a mí, me viene durando dos décadas y espero, me acompañe siempre. Anímate, no es muy costoso, es sencillo y seguro que te adecenta y alarga la vida.        

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