lunes, 5 de noviembre de 2012

Herbert Morote Revolledo, entre el silencio y la vejez

 

MVLL_C~1No, yo tampoco conocía mucho de él, salvo la acusación a su otrora amigo, Alfredo Bryce Echenique, de plagio. Y es que, este último fin de semana me crucé –por ventura- con su ensayo Vargas Llosa Tal Cual. Animado más por el objeto de estudio que por el escritor, lo compré y leí de inicio a fin a lo largo de dos noches –se entiende, respetando mis ocho horas de sueño-. Se trata de la segunda edición, de septiembre de 2012 (la primera vio la luz en 1997). Lo primero que hay que decir es que es un ensayo que ha envejecido, muy rápido y muy mal. También, que esta segunda edición tiene más de cien erratas, lo que es imperdonable, dado que han pasado casi 15 años y una editorial –Jaime Campodónico- de por medio. Tiempo más que suficiente para una honesta corrección tanto de estilo, sintaxis y ortografía. Los lugares comunes, abundantes, son ociosos y hasta jocosos, provocando un abandono temprano de su lectura. Las digresiones, a más no poder. Por otro lado, su leitmotiv es la revancha: “Quizá la lectura del intelectual barato fue la que decidió que escribiese este ensayo, porque la única intolerancia éticamente justificable es la que se ejerce contra los intolerantes” (sic). Conviene indicar que El intelectual barato es un capítulo de las memorias de Mario Vargas Llosa, El Pez en el Agua.

EnvidiaObjetivamente, no es un buen ensayo, y solo podría servir como material universitario sobre la chismografía, la envidia o la infamia. Y aunque hay que reconocer que hubo un esfuerzo –mas no talento- que le hizo merecedor a un premio menor, el libro no es más que otro adobe del enorme monumento a Heróstrato. Sin duda, si fuera otro el personaje “analizado”, no habría pasado del disco duro de su computadora. El odio hacia MVLl es impresionante, tanto, que asusta. Se vale de todo tipo de chisme disponible para destrozar el honor de la familia Llosa, como si hubiera en el mundo una familia impoluta, químicamente pura, que esté libre de culpa (aunque quizá, la suya sí lo sea). Miope, no diferencia entre la vida pública y privada, todo es válido con tal de embarrar al novelista que nunca podrá ser. Y es cómico cuando declara que envió el primer ejemplar a la casa de MVLl en Londres, con la dedicatoria “Un abrazo para el novelista que admiro y para aquel compañero caballeroso que tuve en Lima”. Solo de un viejo chocho y apestocillo, se puede esperar tamaña pelotudez, por no decir otra cosa.  

En todo el libro se evidencia lo anacrónico y superficial de Morote Revolledo. En su análisis, cree conocer la sociología de un país que ya no es el suyo, basándose en complejos del milenio anterior. Para él, todo en el Perú es malo, nada está bien. Y hasta parece felicitarse por vivir décadas en España. Es tan evidente su odio y envidia a Vargas Llosa por alcanzar cumbres que ni en sueños le fueron propicias. Nunca le perdonará que la primera de sus novelas sea inmensamente superior a toda su desconocida obra. Tampoco entiende que un contemporáneo con quien –dice- estudió en los colegios La Salle y Leoncio Prado y la Universidad San Marcos sea inmensamente más querido, apreciado y leído que él. Y que sus Memorias, desnuden parte de la personalidad de sus amigos que ya no son sus amigos. Para que no lo olviden, se vale de todo, incluso de quemar el Templo de Diana. No queda claro –no sé si alguna vez se atreva a confesarlo-, quién fue el que le dijo que era un cholo de mierda, pero el completo es evidente, y lo proyecta sobre todo lo que lleva el gentilicio peruano. Y esa amargura, que no lo ha dejado ser feliz, lo ha condenado al silencio, que hoy es más contundente, es su condición senil. No se ha hecho ningún favor levantando, una vez más, polvo envenenado sobre un personaje que hace poco ha sido elevado a las alturas de la intelectualidad con un Premio Nobel de Literatura. ¡Qué mejor oportunidad para volver a lucrar en su nombre! Al menos hubiera tenido la delicadeza de pasar por un corrector de textos. Pero bueno, ahí lo tienen, arrimado a la sombra de quien considera inferior y mezquino, a ver cuántos libros vende y regalías recibe. Y por favor, don Herbert, no hay que peinar canas para entender que poco o nada nos importa la vida privada de un autor, cuando su obra lo supera. Claro, ese nunca será su caso. Y por eso tanto le jode. 

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