jueves, 4 de agosto de 2011

Always, sometimes and never

recordarHay ciudades que luego de visitadas, cuesta mucho recordar, porque no dejan en la memoria nada "particularmente memorable” que las traiga de vuelta y que nos anime a volver, o por lo menos, detener la marcha, prender un cigarrillo, mirar al cielo y revivir -en esa loca de casa, que es la imaginación-, lo allí vivido. De hecho, está como negado volver sobre el camino recorrido. Así lo quiere San Antonio Machado en sus versos, y así lo canta el viejo César Isella, en Canción de las simples cosas: “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas…”, canción tan sentida en las voces de Chavela Vargas, Mercedes Sosa, Concha Buika o Alberto Cortés, respectivamente. 

 

taxiCon Buenos Aires no ocurre eso. Uno siempre quiere volver. Puede que con el tiempo sature, como admite Joaquín Sabina en su biografía, Yo también sé jugarme la boca. Sabina en carne viva, tan bien contada por Javier Menéndez Flores, pero al rato, ya querés regresar, en buen porteño. Y es que solo allí te pueden pasar historias tan memorables como la de un viernes por la mañana, cuando tomara un taxi en la Av. Arenales, Recoleta, para dirigirme a Puerto Madero. El taxista, de origen sirio, luego de relatarme muy brevemente su viaje en familia a Disneyland –el que llevara puesto un polo negro de Micky Mouse dio pie a la conversación, aunque no se precisa de excusa para  platicar con los taxistas porteños-,  empezó a compararme los barrios parisinos –que conociera en su juventud- con las construcciones que teníamos frente al parque donde se yergue el Torso Masculino Desnudo de Fernando Botero (dicen que en Lima están los taxistas más cultos del mundo, porque las tasas de desempleo son altísimas y más altas aún son las tasas de profesionales sin trabajo, pero se equivocan, los más cultos están en Bs As). Tan animada estaba la conversación, que minutos antes de llegar a donde me esperaban –nunca lamenté tanto llegar a mi destino- me compartió la charla que tuvo la noche anterior con un inglés, a quien recogió del Alvear Palace Hotel para llevar al Aeropuerto.

 

buen-vestir-dosLe develó, en una risueña conversación, y él a mí, ese arcano sobre el uso de los botones del saco de vestir. Hay quienes los usan de uno, dos o tres botones –dependiendo de lo que esté de moda-. Y si es de tres, nadie terminó de explicarme si lo propio es abotonar uno, dos o los tres botones –excusa el pleonasmo-. La regla es muy simple, le dijo el buen inglés: el primero es el always, es decir, que siempre va abotonado. El segundo es el sometimes, o sea, que dependiendo de la ocasión, formal o informal, debe de abotonarse, aunque de preferencia, sí. Y el tercero es el never, en otras palabras, nunca va abotonado. Nunca se me hubiera ocurrido aprender esta regla del buen vestir en un taxi camino a un almuerzo, y menos en una ciudad extranjera para mí, como Buenos Aires. Para mayor abundamiento sobre el abotonamiento -perdón por el neologismo- pueden revisar este link: http://serdandi.blogspot.com/2011/05/sobre-los-botones-del-saco.html. Larga vida a Bs As, y que los astros siempre nos sean propios para volver.

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