domingo, 4 de abril de 2010

Don´t push too hard

Everybodys-Fine-b «Nunca es tarde» es un lugar común que, como letanía, escuchamos una y otra vez, para volverla a escuchar de nuevo, y así, hasta el hartazgo. Aún a mis treinta y pocos años, no sé qué tan cierta sea. Y lo digo por el Frank, que quizá un día sea. Por el Frank que quizá fue mi papá. Por el Frank que puede ser mi amigo, y mi amiga, y tú, si te toca ser padre. Por el Frank, tan bien interpretado por Robert de Niro, en el filme de Kirk Jones: Everybody’s fine (Están todos bien), remake de Stano tutti bene, de Giuseppe Tornatore, estelarizada en 1990 por el gran Marcelo Mastroiani. La película fue estrenada a fines de 2009 bajo el sello Disney, pero que recién pude ver antier, en semana santa. Ese Frank, viudo, jubilado, padre de 4 hijos que crio con tanto ahínco junto a su esposa hoy muerta; que estimuló todo el tiempo para que fueran mejores que él; que le hicieron olvidar un malhadado día sus propios sueños para proyectarlos en cada uno de ellos –craso error-, aunque siempre hay un favorito, al que se le apuestan todas las fichas. A los cuatro se les dijo que lo más importante era ser felices, luchar por los sueños, alcanzar la excelencia, ser el mejor. Y bla, bla, bla. Porque para eso se nos programa desde chicos. ¿Pero hasta dónde hay que empujar? ¿Alguien me podría dar el justo medio?

SUEOS_~1 Teleológicos hasta en eso, nos batimos a muerte para alcanzar ese prometido Olimpo de laureles, oropeles, placeres, éxtasis, honores y demás. Pero las cosas ni son tan buenas ni son tan malas, sepa usted. Y cuando lo alcanzamos, como el agua entre las manos, se desvanece al contacto, porque ya no lo queremos. No, no fue lo que imaginamos con tanta ilusión, y sufrimos. Y frustrados, queremos más, para superar el desengaño, y vamos reduciendo el alma, como la piel de zapa de Balzac. Y nos vamos desconociendo del retrato que somos, cual Dorian Gray, de Wilde. Y Dios perdona, pero Cronos, no. Y volteamos la cabeza, como la esposa de Lot, y ante la terrible imagen de Sodoma en llamas, nos convertimos en pilar de estéril sal (Gen., XIX, 24-26). Porque no son pocas las víctimas de nuestro avance. Estuvimos tan ocupados en alcanzar la cima –léase sueños-, que pisoteamos, herimos, traicionamos, sacrificamos a tanta gente buena que un día sólo quiso vivir su tiempo con el nuestro. O que se enamoró, pero al no estar a nuestra altura, despreciamos. O que se interesó, pero al no ser interesante, menospreciamos. O que se involucró, pero al no ser prohibido, desairamos.

teseo_minotauro ¿Vale la pena sacrificar lo tangible por lo efímero? Seguro que no, pero lo seguiremos haciendo, porque a eso estamos condenados, como hijos de Prometeo. A no ver lo que tenemos al lado, y desear siempre lo que crece en el jardín de las Brujas de Cachiche, y quererlo más cada día, hasta el día en que decidamos sacrificarlo todo, para perderlo todo, por ese fruto envenenado y prohibido. Y perdernos también. Y vernos al espejo y no reconocernos ni ser reconocidos por quienes llamamos “nuestros”. Yo sé, visto así, la vida puede parecer un terrible laberinto que nos llevará indefectiblemente a la muerte (física o espiritual) a manos del sanguinario Minotauro. Pero para ser laberinto, precisa de una salida, ya sea por arriba, como decía Borges.

IMG Sólo a mí me pasan estas cosas… empezar comentando un filme de fin de año y terminar con Asterión el Minotauro. Y todo para concluir que no hay que fiarse mucho de esa “felicidad” que -nos cuentan-, llega una vez que hayamos alcanzado la cima del éxito, pisoteando no sé a cuantos desdichados. No va por ahí. Más bien, va por el  hecho de conocerse a sí mismos, y sólo así, aceptarse. De entender que las respuestas están adentro de uno mismo, no afuera. De que toda acción nuestra, tendrá una reacción en alguien más, y que si no somos cuidadosos, podemos destrozarle la vida, perjudicándonos el kharma y así, la vida presente y futura. Al menos, yo así me fui construyendo (en la foto tengo 5 años, y ya construía sueños), y hoy puedo afirmar como Facundo Cabral, que cada día tengo un poco menos, para tenerme un poco más. Canalicé mis sueños en la fantasía, en el arte de contar a través de la escritura. En esos viajes maravillosos a través de la literatura, y otras formas del arte. Es gratis, y no daña a nadie. Pero sí nutre, y mucho.

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