jueves, 15 de abril de 2010

Alfredo Bryce Echenique: “El plagio es un homenaje”

 

130171 En literatura, si es que existe una certeza, es la que reza que todo novelista es un gran mentiroso. Porque las novelas mienten, sino, no son novelas. Y así lo afirma Mario Vargas Llosa en La Verdad de las Mentiras: «En efecto, las novelas mienten –no pueden hacer otra cosa- pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad, que sólo puede expresarse encubierta, disfrazada de lo que no es». Por lo que, si Alfredo Bryce Echenique es novelista, entonces, es –tautológicamente hablando- un mentiroso. Al menos esta es la lógica proposicional que han utilizado casi la totalidad de los periodistas peruanos y más de un ciudadano de a pie, tan anónimo y sin importancia colectiva como los descritos por Louis-Ferdinand Céline. Porque al pobre se lo viene acusando de haber plagiado a varios escritores (al ensayista Herbert Morote, al diplomático Oswaldo de Rivero y a los periodistas españoles del diario La Vanguardia), desde hace cuatro años, con resoluciones condenatorias y cuantiosas multas incluidas (ha acumulado en total 32 acusaciones por plagio, y fue exhortado por el INDECOPI a pagar la suma dineraria de S/. 177,500.00 nuevos soles de multa por un total de 16 textos plagiados).

plagio_170407 En su defensa -como es lo propio-, se ha expresado hace muy poco, en el diario Peru21, así: «Mira, viejo, si quieren que me disculpe por algo que no hice, me disculparé; pero yo no siento haber plagiado a nadie. Esto algún día se aclarará. Acá ha habido un montaje siniestro». Y no sin razón, agrega en la misma entrevista: «El plagio, como decía Borges, es incluso un homenaje. Borges le plagió a medio mundo. Yo no siento haber plagiado a nadie». Pero no le han creído… Y basados en su “lógica proposicional”, le han dado como a entenado, enorgulleciéndose de encontrarle más y más plagios, en una actitud bien subalterna, publicando sus “descubrimientos” en diversos medios. Allí están ellos, felices de su desgracia –la de Alfredo, se entiende-, regocijándose ante la posibilidad de verlo tan sombrío y patético como ellos mismos. Ayer, era el escritor más querido del país (Sic), y así lo publicaban en sus columnas. Pero hoy, y desde hace cuatro años, es el escritor más calumniado que yo recuerde. Y aunque me gane el desprecio de algún periodista amigo, que ayer escribió en su contra, he de decir, en alto, que yo sí le creo. Y no por los libros que me autografió, ni por las palabras de aliento –allá en la Feria del Libro de 1997- que alguna vez me diera. No, no es por eso, aunque mucho aprecio el memorable gesto. Es por un acto de fe –al final, creer es un acto de fe-. Y por el simple hecho de que nada nuevo vamos a contar los que –mal, que bien- escribimos, porque siempre hablamos de lo mismo, de lo humano, y sobre nosotros, como especie, ya se ha dicho todo. Y por las varias razones, que otros escritores, años atrás, esgrimieran, con tan buena leche… Ahí algunas:

- Alfredo de Musset: «Nada pertenece a nadie, todo pertenece a todos; y es preciso ser ignorante como un maestro de escuela para forjarse la ilusión de que decimos una sola palabra que nadie haya dicho antes. Hasta el plantar coles es imitar a alguien».

- Soren Aabye Kierkegaard: «Un admirador que siente que no puede ser feliz rindiéndose al objeto de su admiración elige convertirse en envidioso de lo que admira. Entonces, comienza a hablar otro idioma: el objeto de su admiración es calificado de estúpido, insípido y extraño. La admiración es feliz entrega; la envidia es autoafirmación desdichada».

- Ezra Pound: «La técnica es la prueba de la sinceridad del artista».

- Luis Guillermo Hernández Camarero: «Creo en el plagio y por el plagio creo».

- Samuel Johnson: «A nadie le gusta deber nada a sus contemporáneos».

- James Joyce: «Es peligroso dejar el país de uno, pero es más peligroso volver a él, porque entonces tus compatriotas, si pueden, te clavarán un cuchillo en el corazón».

- Michael P. Lynch: «Los seres humanos mentimos con la misma naturalidad con que respiramos. Mentimos para ocultar nuestras inseguridades, para hacer que otros se sientan mejor, para sentirnos mejor nosotros mismos, para que nos quiera la gente, para proteger a los niños, para librarnos del peligro, para encubrir nuestras fechorías o por pura diversión. La mentira es el auténtico universal: se practica con destreza en el mundo entero».

- Herman Melville: «¿Alguien ha confesado alguna vez sentir envidia? Algo hay en ella que universalmente se considera más vergonzoso que el peor de los delitos. Y no sólo todo el mundo la niega, sino que la mayoría tiende a la incredulidad cuando se la imputa en serio a un hombre inteligente. Pero dado que la envidia se aloja en el corazón, y no en el cerebro, no hay grado de intelecto que ofrezca una garantía contra ella».

- Michel Eyquem de Montaigne: «Porque, como dice Cicerón, aun aquellos que desprecian la fama quieren que los libros que escriben contra ella lleven su nombre bajo el título y esperan acceder a la fama despreciándola. Todo lo demás es negociable; podemos ceder nuestros bienes e incluso nuestra vida a nuestros amigos; pero es muy difícil que alguien acceda a compartir su fama o ceder a alguien su reputación».

- Walter Rode: «La confesión es la reverencia del acusado ante la justicia. El acusado que niega el delito, va a un duelo; el que lo confiesa, va al matadero».

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