viernes, 5 de junio de 2009

El habla correcta

hildebrandt De acuerdo, el título hace referencia al libro publicado por la lingüista y congresista peruana Martha Hildebrandt, titulado El Habla Culta. Pero eso sí, no necesariamente quien habla correctamente, es culto. Si le hacemos caso a la segunda acepción del adjetivo culto del DRAE, se entiende por culto alguien «dotado de las calidades que provienen de la cultura o instrucción». Ergo, es alguien más que bienhablado. Y sin embargo, no toda persona culta, habla correctamente. Me ha tocado escucharles exabruptos y/o palabrotas a gente que tutti li mondi considera un ícono de la cultura nacional. ¡Vaya que fueron grossas! En países como el Perú, Bolivia, Ecuador, Honduras y Panamá, los llamamos lisurientos, en Argentina groseros, y en España, guarros. Y creo que está bien, a veces las malas palabras (bad words en inglés) son liberadoras, incluso, catárticas. Por ejemplo, cuando estoy conduciendo, y se me cruza un asno al volante, o una combi asesina, o un chimpancé mototaxista, la mentada de madre es automática. Hoy mismo, volviendo de la oficina, una jovenzuela, súbitamente, se nos cruzó a un par de autos y a mí. Le dijimos de todo, y que me perdone el Cielo porque se trataba de una dama, pero muy bruta, también.

gramatica2p Pero, a lo que me quiero referir hoy, es a algunos horrores gramaticales (lapsus linguae) y ortográficos (lapsus calami) tan comunes entre nosotros como el café luego del almuerzo. Siendo así, tenemos a continuación algunos casos:

- No se dice “hubieron”, sino hubo.

- No se dice “en debajo de”, sino debajo de, o simplemente, abajo de.

- No se dice “haiga”, sino haya.

- No se dice “nadies”, sino nadie.

- No se escribe “tí”, sino ti.

- No se escribe “¿yo?.” El signo de interrogación o exclamación, según sea el caso, ya tiene el punto.

- No se escribe “porqué”, sino por qué.

- No se dice “fuertísimo”, sino fortísimo.

- No se dice “gentes”, sino gente, etcétera.

rae Coincido con el príncipe de las paradojas, Gilbert Keith Chesterton, cuando afirma que «el lenguaje no es un hecho científico, sino artístico; lo inventaron guerreros y cazadores y es muy anterior a la ciencia». Y como arte que es, ha de respetar ciertas reglas. No podemos hacer con él lo que se nos plazca. Entiendo que los otoñales señorones que integran la Real Academia Española y las veintiuna Academias que con ella conforman la Asociación de Academias de la Lengua Española sean algo antipáticos. Hay mucho de censura en su oficio, y si contra algo denosta nuestro siglo, es contra la censura, tan políticamente incorrecta. Insisto, señores, hay que volver a las buenas lecturas, a la buena poesía, al verbo retórico –en el sentido griego- y agradecido. Me da una pena inmensa que la gente ya no hablé tan bien como otrora. A nivel de habla, todo se acorta y entremezcla, se confunde con otros idiomas, se invierte, se complica y poco a poco, se va perdiendo. Hay verbos lindísimos como “sabrosear”, que nunca fueron. Adverbios de tiempo como “agora”, que no son más. El lenguaje está vivo y evoluciona, es cierto, pero como todo en la vida, sino le damos un mínimo de cuidado y mimo, puede también involucionar y desaparecer, como tanta lengua muerta. No sé otras, pero la lengua de Cervantes, Góngora, Quevedo, Neruda, Paz y Borges, no se lo merece.

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