viernes, 10 de octubre de 2008

Recordando al Mentor

Mentor No es solamente uno, en la vida de los seres humanos, quien ocupa el lugar del mentor, de hecho, suelen ser más de uno. Al final del día, nadie es una isla diametralmente opuesta del resto del mundo... vamos, del resto de los mortales. Y si hay sus excepciones, que no las niego, no hacen más que confirmar la regla. Por lo pronto, yo llevo a mis treintitrés, ya dos mentores. Antes de seguir, definamos el Mentoring. Para J. Baltanás en Mentoring. Training and Development Digest, el mentoring define una forma especial de relación entre directivos y empleados, que pretende conseguir objetivos de formación, de fidelización y de mejora del clima laboral, y en la que ambas partes (mentor y mentorizado), obtienen beneficios. Por su parte, los españolitos Santiago Pereda y Francisca Berrocal en Técnicas y Gestión de Recursos Humanos por Competencias, anotan que el mentoring recibe este nombre a partir de Mentor (aparece en la ilustración), que aconseja y guía a Telémaco, hijo de Ulises, en su formación para ser un futuro rey. En el mundo de la empresa, el mentor aconseja y guía a su mentorizado en su desarrollo profesional dentro de la organización. Un mentor no es alguien que dirija, proteja, avale o represente a nadie; su función es la de ayudar a aprender, mostrar caminos, acompañar... en suma, es un facilitador en el proceso de descubrimiento y autodesarrollo del mentorizado.

notario Mi primer mentor fue, precisamente, mi primer empleador, el abogado notario de Lima Walter Ramón Pinedo Orrillo, quien me mostró el lado pragmático de las cosas. Risueño, pícaro, pícnico en términos de Kretschmer, habilísimo, renacentista, sibarita, inteligente por demás. Recién egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, la vida es una interminable teoría, que mucho dista de la realidad. Con más de un resbalón, aprendí que la vida es más que un código dignamente empastado en cuero o un articulado convenientemente memorizado. Nunca quiso darme la fácil respuesta, sino, indicarme donde encontrarla. Y en los ratos libres, me llamaba a su despacho y me mostraba libros de Derecho de cuando fuera estudiante en la PUCP, recordándome que mientras más cambian las cosas, más siguen siendo las mismas. Aunque criticado por sus pares por su «vanguardista» forma de ver las cosas, me preparó para el mundo tan cambiante que hoy nos toca vivir. Sin duda, su positiva influencia en mi vida ha sido determinante. «San Francisco» nunca sería el mismo.

IMG El segundo fue más entrañable aún. Don Raúl Léon (RIP), quien fuera en vida fundador y Editor in chief de La Nueva Voz Latina Bilingual Newspaper, diario del Norte del Estado de California. Me emocionó mucho que la Fundación Nacional de Prensa Hispana de Estados Unidos, el 2003 otorgara una beca de estudios en su memoria a una estudiante de la Universidad de Nevada, Las Vegas. Muchos han sido los reconocimientos que recibiera en vida y post mortem. Fue él quien me acogió el 2001 en los Estados Unidos, me cogió de la mano y me enseñó a sobrevivir en tierras forasteras. No sólo me dio la oportunidad de trabajar a su lado, sino, de aprender de él. Incontables las millas que recorrimos, cámaras fotográficas al cuello. Muchas las personas que conocí por él, y me compartieran su sabiduría. La familia que me regaló es tema aparte, el espacio no es suficiente para entrar en detalles. De él, tanto se podría escribir, un «distinto» por donde se le mire. Un lujo de gente. Como dijera André Breton por Guillaume Apollinaire, «haberlo conocido pasará por un raro privilegio».

mentoring Es pues, el mentoring un privilegio y una menuda responsabilidad. Yo volvería al significado que le diera Antoine Jean-Baptiste Marie Roger de Saint-Exupéry al verbo «domesticar», que aparece en la conversación de El Principito y el zorro. Es decir, crear lazos. Y continúa el zorro, mirando a los ojos del Principito: «Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo (...).

             Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.».

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