jueves, 3 de julio de 2008

Coged de vuestra alegre primavera...

when_harry_met_sally Fue a finales de 1989, con 15 años de edad, que descubrí  gracias a la magia del cine, a una de las actrices más lindas que mis ojos hayan visto jamás. Se trataba de Margaret Mary Emily Hyra, más conocida como Meg Ryan. Para entonces, ella andaba en 27 años, es decir, mejor imposible. La película, una comedia romántica, ambientada en la universal ciudad de New York, titulada como When Harry met Sally. Archiconocida, por cierto, sobretodo por la escena del orgasmo fingido. Dirigida por Rob Reiner y coprotagonizada por el siempre divertido Billy Crystal. Huelga decir que todos tenemos amores platónicos con más de una actriz/actor, de película. No sé de donde las sacan los directores, pero ni bien las vemos aparecer, caemos rendidos a sus pies. Y ya mismo, queremos saber todo sobre ellas.

meg-ryan-fondo2 Muchas han sido las veces que Meg Ryan ha aparecido en diferentes películas, con mucha o poca ropa. De hecho, la acabo de ver recientemente en In the Land of Women, filme producido el 2007, donde hace el papel de Sarah Hardwicke, incomprendida y abnegada madre de dos niñas, engañada por su esposo, atraída por un joven vecino y luchando contra un cáncer de seno. No es un peliculón, como dicen en mi país, pero no está mal. Lo que llamó poderosamente mi atención, fue verla a sus 46 años, bastante envejecida. Para mí, siempre estará como en este foto, lozana, atemporal, inefable. No es justo que las musas envejezcan como los simples mortales. No lo es.

enlent5 Mientras la veía, recordé inmediatamente las palabras del periodista científico Javier Sampedro Pleite, que decía con no poca razón, basándose en la lógica darwiniana: «Sí, estamos programados para vivir, pero para vivir unos cuarenta años posiblemente. El envejecimiento no es una mera consecuencia inevitable del paso del tiempo, porque todas las células saben reparar sus componentes. Entonces, ¿por qué se detiene la reparación celular en un momento dado? Los procesos de reparación celular -la extensión de la vida- depende de las especies. Algunas especies apuestan por una reparación constante y emplean toda su energía en ese proceso y viven doscientos años, como una tortuga,  otras reparan menos y, a cambio, tienen camadas más amplias: un perro vive diez o quince años, pero puede transmitir sus genes a un amplio número de sujetos de su especie. Y una mosca vive tres semanas, pero deja cuatrocientos huevos dispuestos para la vida. Por eso es tan fácil vivir cuarenta años, por muchos excesos que cometa uno y por muy mal que viva, y tan difícil llegar a los 80 o los 100 con cierta dignidad». De lo expuesto, concluye así el escritor catalán Eduardo Punset, en su libro El Alma está en el Cerebro, «cada especie emplea una estrategia y utiliza sus sistemas de reparación en función de esa estrategia. A nosotros nos ha correspondido vivir unos cuarenta años (...) Estamos desperdiciando recursos en el mantenimiento de nuestro cuerpo -para que viva cuarenta años más-, cuando en realidad podríamos emplearlos en vivir los primeros cuarenta mucho mejor o, al menos, de otro modo». Finaliza el comentario Ramón Núñez Centella, director de la Casa de las Ciencias de A Coruña, «en realidad, lo que vive es el genoma, no los individuos: la gallina es simplemente el instrumento de un huevo para llegar a tener otro huevo».

SiglodeOroI Allá, por el Siglo de Oro español (esencialmente el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII), lo tuvieron muy claro los poetas. Así, Garcilazo de la Vega, en el Soneto XXIII nos advierte: «coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto, antes que el tiempo airado / cubra de nieve la hermosa cumbre; / marchitará la rosa el viento helado. / Todo lo mudará la edad ligera / por no hacer mudanza en su costumbre». A su vez, don Luis de Góngora y Argote, en el soneto Vana Rosa, sentencia:

«Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida?
Y, ¿para no ser nada estás lozana?
    Si te engañó su hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
    Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
    No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para la vida,
que anticipas tu ser para tu muerte
».

080318 El escritor canario Juan José Armas Marcelo, en La Orden del Tigre tiene una frase fantástica, que ya he compartido con ustedes en entradas anteriores, pero que creo pertinente repetir: «aunque me quedara mucho tiempo por delante, lo más urgente que tendría que hacer desde joven era aprender a envejecer con dignidad. Para cuando llegara el momento». No sé ustedes, pero lo que es yo, desde que cumplí los 30, lo he empezado a hacer... por si acaso. Que me perdone el maestro Sabina, pero no en todo, podemos estar de acuerdo.

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