jueves, 22 de mayo de 2008

Como bailan las ballenas

tq_001062_g Bien podría responder un generoso correo, a título personal. Eso sería lo usual, lo regular, lo convencional. Sin embargo, creo que el animus del remitente fue hacer extensiva su curiosidad. Y creo que más de uno, querrá saber de qué se trata. Me preguntó, intrigado, qué se siente navegar al lado de las ballenas, al respecto de mi último post. Ay, le dije, si pudiera describirlo. Hay emociones que sólo pueden ser vividas, y luego, ser atesoradas en la memoria. Como ya lo he dicho antes, parafraseando al gran Angelus SIlesius, «la rosa es sin por qué, florece porque florece». Sin duda, hay algunos sentimientos que se pueden expresar. Primero, me sentí un ciudadano de Lilliput, un enano insignificante ante tremendos animalotes. Me quedé encantado con su baile, con su confianza. Ni tan cerca ni tan lejos, nos observaba, y se hacía notar, movía la cola, levantaba la cabeza, tiraba agua por ese agujero que tiene sobre el lomo. No lo voy a negar, da nervios. Si hubiera "andado" furioso, de un colazo nos mandaba al otro mundo. Pero no, resultó ser un animal pacífico, aunque curioso. No por nada, son los seres vivos más grandes del mundo. Al menos, de los que tenemos registro.

ecology Ahora que empiezan a darle mayor importancia a la ecología, al medio ambiente, a la madre natura, deberíamos empezar por comprender que somos uno más en la creación. Es verdad, somos la especie hegemónica, superior, más evolucionada, pero eso no nos da más derechos sobre el planeta, sino, más responsabilidades. Somos nosotros los custodios de este mundo que es también vuestra casa, su casa, y la mía. Es el hogar de todos, de los que tienen voz, y de los que no la tienen. No entiendo cómo no pueden entender algunos que si lo acabamos, no habrá lugar adonde ir. Si se acaba el mundo, se acaba la humanidad, se acaban los colores, la belleza, la cultura, el amor, y todo lo que tenga huella humana. Es más, se acaba Dios. El otro día, mientras revisaba un número reciente de la revista Forbes, me encontré con los montos virtuales, que representan las grandes fortunas. ¿Para que van a servir esas cifras, si se acaba el mundo? Es más, muertos sus titulares, agárrese quien pueda. Empiezan las disputas brutales por la herencia. Yo no sé si habrá valido la pena, guardar tanto y tanto. Quizá RIco Mc Pato lo sepa, quizá.

sequia-2 El tema es grave. Ya Barcelona se ha visto en la necesidad imperiosa de traer agua por buques desde Francia. Y cada vez más rápido, los glaciales que alimentan las lagunas altoandinas, que a su vez, alimentan los ríos, que a su vez, alimentan los valles, van desapareciendo. Ergo, no más valles, no más cultivos, no más vida. No lo dudo, el ingenio humano es ilimitado, y ya hay tecnología para convertir el agua de los océanos en agua bebible. Pero a un precio elevadísimo, sólo posible de costear por las economías más ricas. ¿Y los demás? Los que ahora viven con menos de un dólar al día, ¿qué con ellos?

genocidio ¿No estaremos cercanos a la mayor campaña genocida de la historia? ¿No será esta destrucción del planeta, una jugada diabólica de un grupo de oligarcas racistas que pretenden acabar con la pobreza, matando de sed y de hambre, a más del mitad de la población mundial? Ya no será necesario el uso de gases tóxicos, ni de campos de concentración, ni de bombas atómicas, ni grandes movilizaciones armadas. Ya no, los métodos de aniquilación masiva han evolucionado. Ahora, será de una forma más rápida, efectiva y menos costosa y culposa (no manchará sus manos). Asegurada la supervivencia de un grupo, el resto del mundo puede perecer. Y luego, que las altas temperaturas hayan terminado de incinerar sus restos, volver a repoblar un continente que sin ayuda del hombre, volverá a reverdecer, como ya pasó, en la época de los grandes dinosaurios. Puede sonar apocalíptico, pero prender la tele, y ver tanta miseria, destrucción y desidia, no me alejan mucho de esa posible realidad. ¿Estaremos a tiempo de detenerlos? Creo que cada quien debe de hacerse esa pregunta, y luego, si cabe, marcar una diferencia, con un acto. ¿Hacemos el cambio? ¿Me siguen?       

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