lunes, 25 de febrero de 2008

El estrecho sendero de Sodoma

Bano Es así, como el genial Wilhelm Apollinaris de Kostrowitzky, más conocido como Guillaume Apollinaire, en Las once mil vergas, define a las posaderas. Bueno, esta es sólo una forma consensual de llamarlas (dependiendo de la latitud, también se le conoce como culo, poto, traste, nalgas, trasero, derrière, ass, pompas, cola, tarro, asentaderas, y un largo etcétera). Incluso otros, más líricos, la nombran sin nombrar, indicando que es la zona en la que la espalda pierde el nombre.

No voy a ser yo, quien ahora escriba un extendido artículo sobre el culo. Hay muchísimas páginas en la web que lo hacen, aunque con casi nada de información, y sí, mucho espíritu pornográfico y una extrema vulgaridad. Pero un hecho es innegable: la atracción, sobretodo masculina, hacia el culo de las mujeres. No voy a negar que las mujeres también se sienten atraídas por el culo de algunos hombres, o de otras mujeres, pero el caso masculino es mucho más abierto y difundido. Y hoy toco el tema, porque ayer domingo, día de frecuentar amigos, me detuve un rato a conversar con uno de mis vecinos, Javier Montesinos Claux, quien a su vez, parado en la puerta de su casa, estaba conversando con un pequeño grupo de tres divertidos muchachos. ¿Sobre que trataban sus comentarios y calificaciones? Sobre el culo de las chicas que veían pasar por la vereda. Fue muy gracioso oírles, inclusive fue hasta nostálgico. Quince años atrás, éramos, mi patota y yo, quienes repetíamos los mismos comentarios y las mismas pesadas bromas. Sólo cambiaban las personas, la situación y el lugar geográfico, eran los mismos.

Es curioso, muchos estándares estéticos han cambiado en el mundo moderno y globalizado, por ejemplo, ya no se estila desear un culo exagerado, hiperbólico, infranqueable. Las supermodels que hoy adoramos, son flaquísimas y espigadas amazonas, culiparadas, es verdad, pero con nalgas tan magras como la mejor carne de alpaca. Ni un gramo de grasa. Pero el latinoamericano es distinto; en su gran mayoría, prefiere las sandías de una venus de Willendorf, al par de melones de Gisele Bündchen. Los odiados causantes de la celulitis y de un culo gordo, como son la falta de ejercicio, la herencia genética, la mala circulación, el desequilibrio hormonal, entre otros, son más bien en Latinoamérica, agradecidos agentes para lograr esta inmensidad tan deseada. Y si consideramos los dichos populares, ni la misma España se salvaría. Algunos españolitos afirman que: La española como el tordo, patas flacas y culo gordo. Cabe entonces la pregunta, ¿qué es lo que nos atrae de un culo? ¿Por qué precisamente el culo, y no las tetas, o el rostro, o la vagina?

Estamos claros de que no se trata de una fijación anal, de la que nos hablara Sigmund Freud y sus post freudianos, ese es otro tema. Esta atracción es algo atávico, que viene desde los orígenes. Algunos antropólogos afirman, que cuando éramos cuadrúpedos, sólo podíamos copular por detrás, como hoy lo hacen los perros, los caballos, los conejos. Se dice también que en la mujer, una cintura pelviana estrecha y unas caderas prominentes son infalibles señales de una buena paridora, capaz de dar a luz hijos fuertes y bien formados, hasta más inteligentes. No nos olvidemos que en la antigüedad, la mortandad infantil, sobretodo en el momento del parto, era cuantiosa. Entonces, por una cuestión de selección natural, se prefería a las mujeres culonas, generosas en carne, al momento de elegir pareja. Hoy lo hemos olvidado por completo, aunque celebramos sin un por qué, tener sexo con la pose del perrito, o doggie style.

Vemos pues, que con el paso del tiempo, hubo una evolución; un buen día nos volvimos bípedos, y empezamos a amarnos cara a cara, ejecutando la posición más vieja que se conoce, la del misionero. Aunque parezca increíble, no hace mucho, el sexo era una actividad meramente reproductiva. La religión, para no quedarse atrás, le agregó la función unitiva, a nivel de parejas que se unían en matrimonio, pero para nada más que eso, no procuradora de placer, del que sí hacían buen uso los paganos. Recién, a partir de la década del 60, en el siglo XX, se empieza a hablar abiertamente de sexualidad, de opciones sexuales, de variedad sexual, de órganos sexuales, de orgasmos. Pocos años atrás, el sexo era un tema tabú, condenable y punible. Bueno, en algunas regiones, todavía lo es.

No creo haber respondido la eterna pregunta de tanto onanista, de por qué se les para cuando ven un buen culo de mujer. No pretendo hacerlo, tampoco. Simplemente, quería recordarles, a los que sí tienen interés en el por qué de las cosas, que hay un universo de posibilidades detrás de cada cosa hecha por el hombre, o por la naturaleza. Y que, cuando las descubrimos, la satisfacción es indescriptible. Traten con respeto ese estrecho sendero de Sodoma, que de no haber sido por él -en los orígenes- quizá hoy, no lo estuviéramos celebrando, profanando y a veces, pocas, venerando.               

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