martes, 8 de octubre de 2019

DE LAS OTRAS RAZONES POR LAS QUE UN POLITICO PERUANO DEBERÍA LEER A UMBERTO ECO


Algunos lectores coincidirán conmigo que, una de las mejores disputas literarias la tuvieron William de Baskerville y Jorge de Burgos, minutos antes que incendiaran, preterintencionalmente, la ubérrima biblioteca de una abadía benedictina (primera mitad del siglo XIV), cuyo nombre y ubicación, ya nadie recuerda. La afiebrada discusión versó sobre la risa, desde la perspectiva del segundo libro de La Poética de Aristóteles, sobre la comedia (obra perdida desde la Edad Media). Para Jorge de Burgos, la risa es peligrosa y blasfema: «si algún día alguien, esgrimiendo las palabras del Filósofo y hablando, por tanto, como filósofo, elevase el arte de la risa al rango de arma sutil, si la retórica de la convicción es reemplazada por la retórica de la irrisión, si la tópica de la construcción paciente y salvadora de las imágenes de la redención es reemplazada por la tópica de la destrucción impaciente y del desbarajuste de todas las imágenes más santas y venerables… ¡Oh, ese día también tú, William, y todo tu saber, quedaríais destruidos! (…) Pero si algún día, y ya no como excepción plebeya, sino como ascesis del docto, confiada al testimonio indestructible de la escritura, el arte de la irrisión llegara a ser aceptable, y pareciera noble, y liberal, y ya no mecánica, si algún día alguien pudiese decir (y ser escuchado): Me río de la Encarnación… Entonces no tendríamos armas para detener la blasfemia, porque apelaría a las fuerzas oscuras de la materia corporal, las que se afirman en el pedo y en el eructo, ¡y entonces el eructo y el pedo se arrogarían el derecho que es privilegio del espíritu, el derecho de soplar donde quiere!» (El nombre de la rosa, de Umberto Eco).


Este desprecio por la risa, la vemos ya, en la antigüedad greco-latina. El cómico ateniense Menandro en sus Monósticos sentencia que «risus abundat in ore stultorum» (la risa abunda en la boca de los idiotas). Y el poeta latino Cayo Catulo afirmará sobre la risa tonta: «risu inepto res ineptior nulla est». Pocos, tan sensibles como los poetas, para aprehender el poder devastador de la risa. Nuestro mayor poeta, César Vallejo, ya en París, le contó con profunda amargura a un compatriota que, cuando era maestro de primaria en el Colegio Guadalupe de Lima, le tocó cruzar el patio y cerca de él, murmuraban un grupo de profesores. Uno de ellos, mirándolo con desprecio, desde la otredad, le dijo a los otros: «ese cholo, dice que es poeta», reventando todos a carcajadas. Para luego, confesarle, con no menos amargura y dolor: «tú no sabes lo burlona que es la risa limeña». De ahí que, dijera antes de morir: «no volveré al Perú mientras le quede piedra sobre piedra». Esa risa, la burlona, puede acabarte como figura pública, para siempre.


Me valgo de todo este prolegómeno invocando a que nuestros políticos, por un mínimo instinto de conservación, se cuiden de sus zafias intervenciones. Si bien, la sátira y el libelo difamatorio se popularizaron luego de la imprenta de Gutenberg (siglo XV) y más tarde (siglo XIX) se hizo masiva con la prensa amarilla, estos son pigmeos cameruneses frente al Goliat que son los memes, que lo han desacralizado todo. Importa poco si están revestidos de verdad o posverdad (término acuñado en Oxford), su objetivo es corroer. Y vaya que si son más corrosivos que el ácido fluorhídrico. Recuerdo, por ejemplo, las imágenes del ex presidente Alberto Fujimori, moribundo en una cama, pidiendo por su indulto al ex presidente Antauro Humala. O las recientes, de la ex vicepresidente, Mercedes Araos, juramentando como presidenta. Y recuerdo luego, los terribles memes que inspiraron. Lo que se gestó, con la ingenua intención de generar lástima o dignidad, mutó en mares de la más burlona, ofensiva, cachosa, cáustica, escatológica, coprolálica y creativa inventiva popular. No sé si te puedas recuperar a eso. Ni el más hábil de los políticos peruanos de las últimas décadas, de reciente suicidio, pudo. Asi que, si no van a leer a Eco por las buenas razones, al menos háganlo para empezar a conocer, el lado oscuro de la risa. La vida es más que el ejercicio del poder, que más temprano que tarde, te pasa la factura.

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