martes, 27 de agosto de 2019

EL ESPIA DEL INCA

Los franceses llaman «tour de force» a una proeza literaria. A una obra que, hace de su extensión, otro atributo de su inobjetable calidad. Por ejemplo, «Los Miserables», de Víctor Hugo, o «Guerra y Paz» de Lev Tolstoy. Este es también el caso de la primera novela del dramaturgo Rafael Dumett, que le tomó una década de paciente filigrana: El espía del Inca, sin duda alguna, la mejor novela peruana de los últimos años veinte años –en ello, hemos coincidido unánimemente todos los que la hemos leído-. Novela publicada el 2012 en formato digital por La Mula, y que luego de algunos rechazos, fuera impresa el 2018 bajo el sello de Lluvia Editores, del itinerante Esteban Quiroz, en una presentación bastante cuidada de 779 páginas (yo me hice de la segunda edición, de abril de 2019, pues ha generado gran demanda).


Dice en la contratapa: «El espía del Inca es una novela de espionaje sobre uno de los episodios más dramáticos de la conquista del Perú en el siglo XVI. Minuciosamente documentada, mantiene a lector pendiente de una acción trepidante. El relato está estructurado como la lectura de un gran quipu, el sistema de cuerdas y nudos considerado la escritura de los incas. Si bien el núcleo de la novela mantiene el suspenso en todo momento, la variedad de personajes –la mayoría reales- y la descripción de la vida y la sociedad inca despliegan un universo rico y deslumbrante pocas veces llevado a la ficción. No solo es una historia, tiene el sabor de la Historia».

Particularmente, me obligó a repasar en mi biblioteca, las crónicas de Cieza de León, Agustín de Zárate, Felipe Huamán Poma de Ayala, los Comentarios de Garcilaso de la Vega, los textos de María Rostworowski, José Antonio del Busto, Raúl Porras Barrenechea, entre otros, de aquel periodo, porque pareciera que Dummet lo ha leído todo sobre el siglo XVI en el naciente Perú, atizando la curiosidad mientras se avanza a fin de separar la ficción de la Historia. Otro de sus aciertos es la estructura polifónica, donde se entrecruzan varios narradores de diversas lenguas aborígenes, además del español hablado en el siglo de oro. Conviene advertir, en este punto, que no es un libro fácil, aunque con un gran poder de atracción. Yo no he podido estar tranquilo hasta terminarlo, y si bien, me parece que le sobran algunas páginas por su especificidad propia del ensayo científico, debo reconocer el gran mérito del autor por tremenda investigación, que acojona, de así de tanta. Conclusión: TREMENDAMENTE RECOMENDABLE.

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